Los partidos no han terminado de leer aún los resultados completos de las elecciones (una lectura en la cual lo que termine sucediendo en Baja California será determinante, sobre todo para el PAN), pero en los hechos ya están preparándose para lo que viene: para el proceso legislativo que comenzará en septiembre y que tendrá que dar como resultado las reformas energética y fiscal, si se hacen buenos los pronósticos de la propia administración Peña Nieto. La elección tuvo poco que ver en este sentido. Como ya hemos dicho, estos comicios no fueron ni plebiscitarios sobre la gestión del Presidente Peña Nieto ni tampoco las divisiones internas en el PRD y el PAN (la separación de Morena en unos, la fragmentación entre maderistas y corderistas en los otros) fueron determinantes en el voto. Pero todos necesitaban saber cómo quedaban sus equilibrios internos y externos. En última instancia no descubrieron nada nuevo: el país, electoralmente, sigue teniendo una fuerza mayoritaria que es el PRI; el PAN, como partido, sigue siendo la segunda fuerza, mientras que el PRD tendrá que profundizar mucho más para saber cuál es su real situación. No está urgido de tiempo, ya que por lo pronto, la fórmula PAN-PRD, en el terreno electoral, parece estar vigente, darle buenos réditos a ambos partidos y escenifica, mejor que nada, el verdadero escenario político: la mitad del país es priista, la otra mitad la comparten las oposiciones de centro derecha y centro izquierda juntas, a pesar de todas sus diferencias. La paradoja que se presenta en todo esto es que en el terreno legislativo, esa alianza quién sabe si funcionará: tanto en lo hacendario como en lo energético, difícilmente la oposición tendrá una posición común en el Congreso. En todo caso, es mucho más probable que el PRI y el PAN vayan en un frente común, aunque en ese sentido también el PRD o su dirigencia tendrán que hacer lo posible por subirse a ese tren. Lo que menos le conviene al PRD es volver a mostrarse, como lo ha hecho muchas veces en el pasado, aislado, solo. Esa será la presión a la que lo someterá el lopezobradorismo y la oposición interna a los “Chuchos”, pero estas elecciones, aunque se pueda decir que la gente de Zambrano está haciendo números alegres con los resultados (en realidad el perredismo como tal ganó muy poco y sus triunfos devienen de la alianza con el PAN), lo cierto es que si hubieran ido solos, si no hubieran operado inteligentemente, como lo hicieron, hoy en lugar de especular sobre cuánto de los triunfos opositores son del PRD, estaríamos ante un derrota indudable. Eso coloca al PRD en la lucha política y le abre mayores perspectivas en las negociaciones que vienen. Su labor, su desafío será tener las propuestas como para intervenir en los mismos. Se esté de acuerdo con ellas o no, lo cierto es que toda esa corriente está haciendo un esfuerzo por no llegar a las negociaciones con las manos vacías, con algo más que meras propuestas publicitarias. Pese a todo, los partidos parecen tomarse su tiempo. El periodo extraordinario de julio ya será exclusivamente de los diputados, para sacar adelante, entre otros temas que les quedaron pendientes, la designación del consejero electoral faltante, además de capítulos estratégicos como el relacionado con el código único de procedimientos penales. Pero ya no habrá en julio extraordinario en el Senado, y está en duda que se vaya a dar en agosto, porque ya estarán demasiado cercanos los tiempos con el periodo ordinario, que comienza el primero de septiembre. ¿Están dispuestos todos a negociar? Muy posiblemente sí, pero, ante las actuales circunstancias, podrían cambiar los espacios y dinámicas. El Pacto por México no se acabará por estas elecciones, todos quedan con por lo menos un pie dentro. Pero muy probablemente en el futuro inmediato los que tengan mayor protagonismo serán las negociaciones legislativas: es un espacio que podría canalizar las iniciativas mientras en el propio Pacto se tratan de afianzar otros tipos de acuerdos, que pasarían en buena medida por las reformas políticas que se desprenderán de esta elección. Con todo, el escenario alcanza para ser moderadamente optimista. Para poder sacar adelante por lo menos los debates necesarios para impulsar las reformas. Se confirmó que tenemos un país políticamente dividido en dos (si entendemos la suma opositora más que por sus perfiles propios por el antipriismo común), pero también infinitamente plural, donde las visiones locales de la política tienen cada día mayor peso propio, específico.