Quizá recuerde el lector de este espacio la película Wonder boys, una cinta que pasó de noche hace ya años en nuestra cartelera bajo el título de Loco fin de semana, confundida con los acostumbrados bodrios de rubias sin calzones, tiros y pastelazos. Wonder boys no forma parte de esa ralea de blockbusters, sino que es una deliciosa farsa dirigida por Curtis Hanson (encargado de la adaptación fílmica de LA Confidential de James Ellroy) y ha sido reconocida como una de las más agudas miradas cinematográficas contemporáneas al ambiente de los escritores y a su relación con la vida y el mundo. La película está basada en la obra de un escritor estadunidense al que quizá habría que conocer más. Michael Chabon (Washington, 1963), se llama el tipo, y la crítica de su país lo ha considerado a la altura de luminarias como el “duro” Chuck Palaniuhk, los prestigiosos y cultera-nos Dave Eggers y Jonathan Franzen y el ya fallecido pero aún influ-yente David Foster Wallace. Con referencias firmemente ancladas en la cultura popular de su país y especialmente en el universo de los cómics, Chabon es uno de los narradores con más recursos estéticos de su generación. Su primera novela, Los misterios de Pittsburgh (publicada en español por Mondadori) fue comparada con obras de Capote y Hemingway por su estilo hábil y su vital retrato de la juventud universitaria de los ochenta. Le siguió la ya mencionada Wonder boys (editada en español por Anagrama), en la que una multitud de referencias literarias convive con una trama hilarante. Su tercera obra fue Las aventuras de Kavalier & Clay (también editada por Mondadori), ganadora del premio Pullitzer de novela, que aborda las hazañas de un par de aficionados a las historietas que devienen superhéroes. Le siguieron títulos como El sindicato de policía Yiddish y La solución final. Su más reciente trabajo es la novela Telegraph avenue, que está programada para aparecer en EU el próximo septiembre. Gran aficionado al cine, Chabon ha sido guionista de varias películas, entre ellas Spiderman 2 y John Carter y suplicó estérilmente que lo dejaran escribir la parte final de la saga de los X Men. “La juventud es una materia pasajera que no conviene demasiado a los escritores”, declaró alguna vez el pesimista Carlyle. A contrapelo de tal sentencia, Chabon asegura que su concepción estilística es indisociable de la imaginación infantil y las ensoñaciones adolescentes. “No soy el único escritor salido de un taller universitario en mi generación y eso demuestra que estamos encontrando otro tipo de códigos, que te-nemos un pie en la Iliada y otro en Star Wars”, declara. Al margen de la discusión que plantea, vale la pena leerlo sin prejuicios y adentrarse en sus delicadas, violentas y alegres ficciones.