Las trombas con buena urbanización son menos, pero en el Cerro del Cuatro, que es justamente lo contrario a una buena urbanización, son más. El cerro es quizá el ejemplo más claro, por patético y dañino, de lo que una mala decisión urbana puede provocar a largo plazo y el costo que eso tiene para toda la ciudad. Cuando en los años setenta, por una decisión política, se autorizó a grupo organizados en demanda de vivienda invadir y habitar el Cerro del Cuatro, los políticos y los líderes creían estar haciendo un favor a los destinatarios de terreno, cuando en realidad estaban condenando a vivir en riesgo permanente a los habitantes del cerro y a todo aquello que surgiera en las faldas y los alrededores. El cerro fue primero colonizado y a lo largo de los años ha sido medianamente urbanizado. Pero aquellas calles con pendientes de más de 30% no tienen ni drenajes pluviales ni forma de retener el agua. Los caudales bajan desde la punta hasta la Avenida 8 de Julio sin que nada se interponga en su camino, arrastrando lo que se les ponga enfrente: basura, piedras, coches, personas, y desbaratando lo que pongan abajo: la Avenida 8 de Julio, fundamental para la conectividad urbana entre Guadalajara, Tlaquepaque y Tlajomulco está condenada a desbaratarse cada temporal. ¿Existen soluciones para el Cerro del Cuatro? Por supuesto, pero son muy caras. Hacer un drenaje pluvial capaz de contener esa cantidad de agua es posible, pero resulta particularmente costoso por el tipo de suelo rocoso que hay en la zona y que, al ya estar construido y habitado, obliga a sistemas de construcción que no dañen las casas de la zona (no se pueden usar explosivos ni máquinas demasiado grandes). Otra forma de contener el agua es cambiar la topografía del terreno, esto es: hacer calles peatonales, terraceadas con pozos de absorción, que permitan frenar e infiltrar el agua para que no llegue hasta las faldas, y con sistemas de movilidad alternativos, como teleféricos, tal como lo planteó el ingeniero Rodrigo Diez de Sollano. Todo tiene solución; la pregunta es quién paga la cuenta. Hay habitantes que llevan ya 40 años en el cerro sufriendo año con año los mismos problemas. De 13 administraciones municipales en Guadalajara, algunas han hecho esfuerzos y otras sólo se han hecho de la vista gorda ante un problema que rebasa con mucho la capacidad de inversión de un municipio. Cualquier salida que se plantee para esta zona de la ciudad implica dejar de hacer otras cosas en otros lados, otras obras más baratas que benefician a más gente (y se traducen en más votos). El cerro necesita un proyecto a largo plazo pero en el que cada peso abone a la solución futura y, sobre todo, una clara conciencia de que no podemos dejar que se urbanice lo que hoy no está habitado.