Resulta singular una semana, como la que pasó, en la que dos noticias literarias alcanzan las portadas de los medios. Singular, vaya, porque rara vez sucede algo así por asuntos que no sean premios u obituarios. La primera de las dos notas mentadas corresponde, de hecho, a un óbito: el del narrador, ensayista y satírico estadounidense Gore Vidal (quien, por novelas como Juliano el Apóstata, Creación o Imperio, debería ser relectura obligada para todos aquellos que andan fatigando la novela histórica por estos días). La segunda, más inesperada, fue el escándalo que se produjo por el “error” de la periodista, cronista y narradora Elena Poniatowska, quien atribuyó a Borges un poema llamado Instantes, apócrifo y bastante feo, en el texto de una entrevista que le hizo al argentino en los años setenta del siglo pasado y que acababa de ser reditado como parte del libro Borges en México. El libro ya fue sacado de la venta; la viuda de don Jorge Luis, doña María Kodama, gran archimandrita de la ortodoxia borgiana, aprovechó su visita al país para regañar a los involucrados; las redes sociales, predeciblemente, se cebaron con Poniatowska. Por un lado es explicable: Borges es, aunque haya pasado ya un cuarto de siglo desde su muerte, una de las mayores figuras literarias del castellano; resulta, por tanto, normal que se produzca un alboroto si una escritora reconocida y premiada como Poniatowska mete la pata y le atribuye un texto tan cursi y elemental que ha conseguido mutar de power point con paisajitos a forward viral y a, ahora, a meme internáutico; en especial, porque desde hace años que fue airadamente refutada su autoría. ¿El escándalo daba para tanto? Cada cierto tiempo hay libros que son retirados de los estantes (cosa curiosa, en dos casos recientes ha estado involucrada en ello doña Kodama) por causas extraliterarias, generalmente legales. Poniatowska ya se disculpó, hizo la rectificación correspondiente y el libro será vuelto a presentar sin su entrevista. Más grave parecería promover encuestas distorsionadas en tiempo de elecciones y pocos se llevan las manos a la cabeza por ello… La nota, sin embargo, medró en los medios. El lector puede ensayar un paseo por el buscador de noticias de Google y se encontrará con cientos de entradas respectivas, algunas burlescas, otras críticas. Resulta curioso que en un país en el que numerosos medios tomaron abierto partido electoral durante los pasados comicios, brincándose todas las trancas de ética y objetividad, nos detengamos a reprocharle a Poniatowska (tan involucrada con le izquierda que hasta la propusieron como “secretaria de Cultura”) sus pegotes en entrevistas (aunque, cabe aclarar, ya había tenido que realizar correcciones en una de sus obras más conocidas, La noche de Tlatelolco, por motivos similares). A fin de cuentas, queda la impresión de que, más que sus yerros periodísticos, lo que le reprochan a Poniatowska es su militancia en una causa rival.