Lunes, 13 de Enero 2025

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Trigo sin paja

Por: Flavio Romero de Velasco

A medida que los años transcurren y van acumulándose sobre la efímera existencia humana, vamos descubriendo en las cosas mínimas los milagros renovados de la vida, esas pequeñeces, esas nimiedades que nos impelen a dar gracias al Creador por habernos dado el privilegio de vivir y apreciar la vida en sus más pequeñas y emotivas manifestaciones: un ocaso, una flor con su profusión de aromas y colores; la mirada amistosa de una persona desconocida; la risa de un niño; el cántico incesante del mar; la alegría del perro que en casa nos recibe; el trino de un pájaro y el silencio de nuestra alcoba cuando nos disponemos a entregarnos al misterio del sueño…Mil pequeños asombros cotidianos más tejen el tapiz asombroso de nuestra existencia…Cuando el Ser Supremo decida mi comparecencia para dar cuenta y razón de mis actos, si me fuera dable hacerle una petición, le suplicaría, que si merezco el averno o el cielo, me permita el regreso a este mundo, convencido como estoy, de que el infierno o el paraíso están en esta vida.

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La primera condición indispensable en un maestro, es rechazar con firmeza y sin lugar a dudas cualquier manifestación de fanatismo. El maestro debe involucrar ideas racionales, no dogmas. Los profesores dogmáticos no enseñan ni explican, sino que dictan y fanatizan. En vez de pulir inteligencias excitan radicalismos religiosos, y de la mente juvenil que debe ser sagrada para un maestro, hacen una mercancía política fundamentalista.

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Es regla general que los mexicanos encarnemos en una persona, caudillo o dirigente, los principios abstractos que han inspirado nuestra luchas históricas; somos el país de los “ismos”. La doctrina liberal se personificó en Juárez, y el liberal del siglo pasado fue juarista. La revolución política encarnó en Madero, y quienes la anhelaban, fueron maderistas. El agrarismo se denominó zapatismo, y al movimiento constitucionalista, se le bautizó como carrancismo…Mientras la Revolución Francesa tuvo como emblema distintivo los principios de libertad, igualdad y fraternidad, nuestra guerra de independencia personificó los anhelos de un pueblo por construir una nación independiente en dos caudillos, Hidalgo y Morelos. Las personificaciones que nos distinguen y a la que somos tan afectos, son por regla general referencia a un nombre propio, que no necesariamente implica en quienes los mencionan conocimiento cierto de la causa que representan.

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Don Samuel Ramos, ex-director de la Facultad de Filosofía y Letras en la Universidad Nacional, fue uno de los más importantes estudiosos de la idiosincrasia o peculiar manera de ser de los mexicanos. Expresó en una de sus cátedras, que “los mexicanos tenemos una proclividad patológica hacia la auto denigración”.

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Si Cristo no era Dios, sí mereció serlo.

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Es muy común que por comodidad, ignorancia o pereza mental, la gente abandone su juicio personal para adoptar las opiniones de líderes políticos, analistas, locutores y opinadores de toda laya. Tal parece que el ciudadano de nuestros días, ha abdicado por negligencia y dejadez la facultad de pensar por nuestra cuenta propia.

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Es preocupante el creciente afán de los medios de comunicación para convertirse en jueces y linchadores de personajes públicos.

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Tenemos que poner en juego toda nuestra imaginación, si no queremos que nos arrastre la avalancha del desánimo y el derrotismo. Si las cosas están mal, no les añadamos nuestras aflicciones para que no se pongan peor.

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En las sesiones tumultuarias de la Cámara de Diputados, todos claman cordura, creyendo que ésta se logra desde posiciones de histeria y de intransigencia.

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