El cine convirtió en leyenda al nadador olímpico de 1924, Johnny Weissmuller, ganador de cinco medallas de oro y 67 récords mundiales, originario de Austria —1904— murió en Acapulco —1984—. El atleta de la piscina interpretó por primera vez al personaje Rey de la Selva en 1932, original de Edgar Rice Burroughs, al lado de Jenny, su compañera de aventuras a quien sorprendía con sus espectaculares desafíos a fieras y pantanos. Sin duda, narraciones ingenuas sobre la pantalla en blanco y negro, para entretenimiento de espectadores, que por legiones daban rienda suelta a la imaginación con el contraste de la vida natural y los elementos técnicos de aquellos años. Los medios de comunicación eran, prensa y radio. Otra estrella cinematográfica emergente de las piscinas fue Esther Williams. Por los años cercanos a mediados del siglo XX. Ya con el color, irrumpió Williams con una temática diferente, pero igualmente impactante, convirtiendo la piscina en escenario de ballet en comedia musical. Transcurridos tantos años resultan paradójicas las nuevas marcas de los atletas, para las que mucho influyen los descubrimientos y aplicaciones; no sólo en su preparación física sino adicionalmente las prendas autorizadas y los sistemas de medición electrónica. Sin duda, el cine tiene mucho por hacer en materia de comunicación y sobre todo en la función enaltecedora de las figuras olímpicas, más allá de su trayectoria de esfuerzo y dedicación; para el ejercicio de la emulación por parte de los jóvenes actuales en piscinas, pistas y gimnasios. El cine tiene la posibilidad de establecer marcas en materia social y de taquilla, con el empleo de los instrumentos contemporáneos, que tanta espectacularidad prodigan al cinéfilo. En el caso de México, las condiciones están dadas para beneficio de taquilla y más. El sueño en la vida real está cumplido para algunos de los muchos deportistas. Ahora falta el aprovechamiento con las maravillosas herramientas de la tecnología actual aplicada a la comunicación. Dios nos guarde de la discordia.