Consideramos en principio, que estos tres conceptos equivalen e integran de manera concomitante, el estado ideal de la humanidad, y su contenido, y en consecuencia, su presencia tiene como resultado el logro de la paz social, y por ende, el equilibrio político, ingredientes que a su vez, integran el Estado de derecho. Aunque los tres conceptos han sido estudiados y analizados por sociólogos y politólogos, no dejan de representar un estado ideal de la vida, y es más, de la convivencia humana. Un autor, entre otros muchos, J.H. Sprott, en su libro “La opinión pública”, nos dice que “es difícil, expresar, en términos exactos, qué significa opinión pública”, la dificultad estriba, en encontrar “la manifestación coherente de ciertos tipos de opinión mantenidos por la propia gente durante un largo o corto periodo”. Este se debe a que en una sociedad clasista el público se encuentre dirigido profundamente y las clases sociales manifiestan, generalmente, aquellos puntos de vista que favorecen sus intereses. Por otra parte, el famoso demógrafo francés, Alfred Sauvy, al analizar el mismo concepto, en su libro en donde estudia esta cuestión, afirma que esa expresión evoca con facilidad la noción de democracia y liberalismo: pero algunos se identifican incluso, con el régimen de democracia occidental, al enfrentar el concepto de opinión pública con el modelo de gobierno autoritario o totalitario. Sin embargo, en algunas ocasiones, la opinión pública se pronuncia en relación a un proceso criminal, en la mayoría de los casos para solicitar la absolución o la gracia. Y, así, se podrían mencionar varios casos, muchos de ellos, políticos o económicos, en los cuales, la opinión pública, -vox populi; vox dei”, surge con vehemencia y denuedo. De esta forma, la opinión en cuestión es un árbitro, una conciencia; casi podría ser una especie de tribunal, es cierto, de todo poder jurídico, pero temible, y en su caso, digno de tomarse en cuenta. Es el fuero interno de una nación. En nuestro tiempo, la reedificación del concepto de opinión pública se ha ligado a una buena parte de los estudios sobre efectos sociales de la comunicación de masas. En tiempos recientes, los expertos en estos menesteres han dedicado especial atención para tratar de medir la opinión pública. Por cierto, en el caso de México, ha habido dos precursores extranjeros que en los años de la “guerra fría”, y en otros casos de fenómenos políticos internos, dieron a conocer técnicas especiales para lograr medir la dístole y la diástole de la opinión pública. Ellos fueron, el suizo Fritz Bach y el húngaro Lazslo Radvanyi. Ciertamente, para el caso de México fue una gran novedad. Actualmente, no sólo la sociología o política se ocupan de analizar ciertas situaciones controvertidas, sino que se orientan al análisis de estadísticas como a la realización de muestreos, encuestas, sondeos, etc. que tienden de una manera primordial y objetiva a explicar y a establecer los rasgos esenciales del impacto que los medios producen en el contexto de los conglomerados sociales, así como el impacto que producen en los habitantes de un país regido por las leyes del consenso, y en el que se dan las relaciones de producción que caracterizan al sistema socioeconómico vigente. En el mundo actual, se trata de que la maquinaria financiera e ideológica influya y determine las políticas a seguir por la gigantesca industria de la información, la opinión y la ovación.