Por Eduardo Castañeda H.Los resultados de la nueva política de intervención social a través del arte y las manifestaciones culturales urbanas, aplicada por varios municipios de la zona metropolitana de Guadalajara y por el Gobierno del Estado, darán buenos frutos en los próximos años, pero no en el sentido que se imaginan algunos, porque la naturaleza misma de algunas de esas expresiones tiene que ver con el sentido de pertenencia desde la orilla.El graffiti, el hip-hop y el breakdance, por ejemplo, seguirán su evolución fuera de los cauces institucionales porque son de la calle y producto de la marginalidad.Está de moda hablar de la reconstrucción del tejido social. Autoridades federales, estatales y municipales usan este concepto para aplicarlo desde diversas trincheras. La de la cultura es una muy significativa. Desde ese campo, en efecto, hay diversas oportunidades para que con la coordinación de varias dependencias oficiales se integre a amplios círculos sociales, básicamente desfavorecidos, actividades que les proporcionen placer y conocimiento. Ejemplos de este tipo de políticas sociales los hay en varias partes del mundo, con resultados sobresalientes en algunas intervenciones y en otras no tanto.Los oasis que están creando las autoridades culturales serán todo y sólo eso: islas de frescura cultural.Podría decirse, románticamente, que con una persona a la que se le logre cambiar la vida el trabajo está hecho; pero lo deseable y necesario es que mucha gente haga suyos estos proyectos.Ricardo Duarte, secretario de Cultura de Guadalajara, dijo sobre el Centro Cultural La Ferro: “No vamos a trabajar ni con macramé, ni con flores de migajón, ni con talleres de uñas, vamos trabajar para construir comunidad. Se formará ciudadanos, no precisamente artistas; ciudadanos con mejores posibilidades de convivencia, de tolerancia, de construcción de una cultura de paz con posibilidades de desarrollarse en lo laboral, pero también con la posibilidad de desarrollarse en una actividad artística, cultural, de manera creativa”.Qué bueno que también Everardo Hernández, profesor de la Dirección Escolar de la Secretaría de Cultura estatal, diga sobre la idea de base del Curso de Danza Urbana que culminará con un espectáculo en el Teatro Degollado en agosto: “es importante que estos bailarines transformen esa percepción y lleven los ritmos de la calle a otro nivel y sobre todo hacerlos partícipes del abanico de eventos culturales y artísticos de la ciudad, como una expresión válida y profesional, lejos del estereotipo bajo el que se encasilla”.Pero es necesario llamar a las cosas por su nombre, y lo que explica el investigador Xavier Ballaz en el ensayo “El graffiti como herramienta social. Una mirada psicosocial a las potencialidades cri´ticas del arte urbano”, sirve para poner luz sobre los conceptos: “conviene hacer una puntualización para entender las diferencias básicas entre graffiti y arte urbano. A pesar de que es cierto que recientemente se está dando una eclosión del segundo, la diferencia básica no radica en ninguna característica de la obra per se, sino en el destinatario de la intervención, en el receptor del mensaje siempre situado en el espacio público. Si bien el graffiti, tal como hemos visto, se dirige eminentemente a los integrantes del mismo grupo, a quienes comparten los mismos códigos por formar parte de la comunidad de escritores, el arte urbano, mal llamado post-graffiti, se dirige al público en general. Su código no es cerrado sino abierto a todas las personas que se topan con la intervención.”Así las cosas, sabiendo que existe lo domable y lo indomable, que venga la sanación social.