La manipulación y la tergiversación de valores es tal en estos días, que de pronto nos encontramos aceptando cosas y conformándonos porque de seguro hay cosas peores, o porque estamos cansados o porque ya para qué. Me asombra —y qué bueno que me di cuenta—que de pronto miembros ilustres de la clase política digan que otros son los campeones del uso de programas sociales con fines electorales como si ellos mismos no lo hicieran; es más, como si no hubieran puesto la muestra con grado de maestría. Y entonces, con base en estas ideas, lo que realmente esos políticos están diciendo es: somos malos, pero hay peores. Alto. Todos los políticos que usan programas sociales con fines electorales están mal. TODOS. Ninguno se escapa. Y entonces, lo que tendríamos que hacer como sociedad es romper con eso, desactivar patrones de conducta; eliminar actitudes perniciosas que a fuerza de tolerar y, peor aún, de practicar, hemos ido aceptando. ¿Qué tanto es tantito, no? Pues no. Está el uso de programas sociales y la compra de votos. Sobre esto último sucede lo mismo. Hoy por hoy, basándonos en el más reciente proceso electoral federal, el más señalado por sus opositores es el PRI. Han denunciado alrededor de cinco millones de votos comprados y del uso, con ese fin, de miles de millones de pesos, tarjetas y demás. Y entonces los acusados salen y dicen: Ellos también compran votos. Pues sí, ciertamente lo han hecho, los de las izquierdas y los de la derecha. Entonces volvemos: como todos lo hacemos, no hay ningún problema. Y el sistema democrático que ha costado tanto construir (tanto, en todos los sentidos) que se vaya al drenaje. Momento. Esto es lo que tiene que parar, son los patrones que hay que romper y con urgencia. Hemos aceptado y tolerado conductas en nuestra clase política que son ya inaceptables, porque luego muchos piensan que a la sociedad también le conviene. Nada de que “yo voy a votar para que este partido regrese al poder porque sí es cierto que robaba, pero dejaba robar”. No. Tenemos que fincar nuestra evolución sobre otras bases; nuestra organización sobre otros valores y estructuras, hacer una limpia, una especie de purga. Los partidos distintos al PRI que han llegado al poder (ya todos, de manera directa o en coalición) han recurrido a las mismas prácticas de la maquinaria dinosáurica en lugar de erradicar la corrupción. A estas alturas ya se hubieran logrado avances indiscutibles, pero ese tiempo no existe y es preciso empezar cuanto antes. Hay claros signos entre los mexicanos de que hay un interés genuino por romper con esos patrones, por sacar a ese priista que todos llevamos dentro y empezar de nuevo, por establecer bases de honestidad, prosperidad, generosidad, inteligencia, educación, solidaridad, trabajo, transparencia, responsabilidad, liderazgo, creatividad, cooperación, esfuerzo, confianza. Somos capaces de eso y más.