Jueves, 28 de Marzo 2024

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Réplica

Por: Jaime García Elías

Réplica

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Rosario Robles pisó demasiados callos. Quizá no fue esa su intención, pero su declaración —que, por lo demás, se limitó a reproducir un tópico… sin molestarse en ponerle las correspondientes comillas— que “los periódicos sólo sirven para matar moscas y limpiar vidrios”, hirió susceptibilidades (de periodistas, obviamente…, pero principalmente de “periodistas”) que fue un contento.

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Quizá lo más sensato, cuando una frase así se vuelve noticia (o “viral”, como ahora se estila decir) sería pensarlo dos veces antes de reaccionar “a la tremenda”. Sobre todo si hay antecedentes acerca de la tendencia a la ironía o el sarcasmo por parte de quien la pronuncia, habrá que apuntar, de entrada, que quizá fue el caso. Con la actual Secretaria de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano hay en su historial como figura pública —como jefa de Gobierno en el ex Distrito Federal, sobre todo— infinidad de ejemplos de que en sus declaraciones de prensa prefería la frescura de una frase matizada con un granito de sal (de sentido del humor, pues) a las odiosas declaraciones grandilocuentes, rebosantes de solemnidad. Entre hablar como mujer o hacerlo como grotesca estatua de bronce sobre pedestal de mármol, prefiere, de ordinario, lo primero.

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Ya que midió el efecto de sus palabras —menos por el veneno de las mismas que por la susceptibilidad de quienes las aprovecharon para proceder, en cuanto las escucharon, a desgarrase las vestiduras, escandalizados, y cubrirse la cabeza de ceniza— la señora Robles ofreció disculpas. El daño, empero, ya estaba hecho. Algunos periodistas (y muchos “periodistas”…)montaron en cólera, empuñaron la espada flamígera y se transformaron —como los antiguos caballeros a los que ridiculizó Cervantes en su portentoso Don Quijote— en defensores del honor mancillado de un oficio sacrosanto e impoluto. Hablaron del compromiso de los periódicos con la verdad, y de la elevada misión de orientar con sus luces —faros de sabiduría como son, según eso…— a la humanidad y a cada uno de sus especímenes. Presas de santa indignación por la afrenta inferida a un gremio más inclinado a la crítica que a la autocrítica, ninguno recordó —si es que lo conocía— a Evaristo Acevedo (maestro de la ironía) cuando hablaba de las tres funciones de los periódicos: “La función histórica, cuando se les consulta en las hemerotecas; la función cultural, cuando adelantan las alineaciones de los equipos para el próximo partido de futbol, y la función envolvente, cuando se les utiliza en los mercados para envolver habas o chícharos”.

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Tampoco hubo quien, parafraseando al ex arzobispo de México, Luis María Martínez, replicara diciendo: “Ya usted nos dijo para qué sirven los periódicos; ahora siéntese y escuche para qué sirven los políticos…”.

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