Jueves, 07 de Noviembre 2024

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Recado a los señores notarios: no se nos olvida

Por: Juan Palomar

Recado a los señores notarios: no se nos olvida

Recado a los señores notarios: no se nos olvida

No se nos olvida que lo hicieron a la mala. Ni que son ustedes los obligados, en primer lugar, a dar fe pública; y a cumplir las leyes. Sigue siendo algo increíble y vergonzoso. Esto en referencia a la indebida demolición de la casa funcionalista que estaba en la esquina Surponiente de Bosque (Zuno) y General San Martín, llevada a cargo por ustedes, señores notarios, o por lo menos por la directiva de su Colegio. (¿Algún deslinde?)

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Por esencia, los notarios están obligados a ver por el bien y el orden de la comunidad, de la ciudad. El descalabro al patrimonio común que significó la demolición irregular de la finca en cuestión significa exactamente lo contrario. Algunos señores notarios de buena fe podrían preguntar que porqué tanto escándalo por la destrucción de una casa vieja. Van algunas razones.

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Así como los señores notarios llevan cuidadosamente sus libros oficiales, en donde quedan registradas sus operaciones, así la ciudad lleva sus propios libros. Y están llenos de roturas, borrones, páginas arrancadas, algunas quemadas. Cosa sumamente grave. Esos libros escritos con calles y muros son los de su memoria histórica. Una memoria que es esencial para la salud pública, para la conciencia comunitaria, para la lucidez frente al presente y el futuro. La pérdida de esa casa significa otra página arrancada, otro descalabro a la inteligencia colectiva.

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¿Qué era esa casa? Una muestra de la honrada arquitectura funcionalista de los años cuarenta, o primeros cincuenta del pasado Siglo XX. Hasta ahora, se desconoce su autoría. Se podría atribuir, quizás, al arquitecto Constantino Ramírez Fonseca, a los ingenieros Vallejo y De Obeso…Faltan datos. Era digna, sobria, correcta. Formaba un muy interesante conjunto urbano-arquitectónico que –con trabajos- se ha conservado más o menos cabal por la Avenida del Bosque (J.G. Zuno) desde Lafayette-Chapultepec hasta la Avenida Unión. Dialogaba de manera muy útil e interesante con más que destacadas construcciones que por esa calle se alinean: la ex Villa Ferreira, la desfigurada y muy notable casa sesentera de Eric Coufal que está a un lado, la casa González Luna (Iteso-Clavijero) de Luis Barragán, la otra casa González Luna (la de don Víctor) de Julio de la Peña, la Villa Guillermina de Navarro Branca, el edificio de apartamentos de Eric Coufal, la casa china de Juan José Barragán, la cuadra completa de enfrente del mismo autor, la casa ecléctica de la esquina norponiente de Bosque y General San Martín, la casa –probablemente de Luis Legarreta- donde está, sin los jardines que debían estar, el Salón del Bosque; el edificio de apartamentos de Miguel Aldana de contraesquina, la casa del licenciado Zuno…

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Y he ahí que los señores notarios compran la casa y la destruyen…para hacer un estacionamiento de piso. La finca, gestionada por otras manos más conscientes y sensatas, se hubiera podido convertir en cinco o seis (o más) muy buenos departamentos que colaboraran con la precaria habitabilidad de la zona, y con buen provecho económico para el propietario (hasta para el mismo Colegio). Pero no, los coches y la comodidad antiurbana se pusieron primero. Y la calle quedó ahora como una boca chimuela, o peor, con un chaparro y pestilente diente podrido y a la vista de todos.

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¿Qué hacer? Va una respetuosa sugerencia. Renunciar al estacionamiento, recurrir al uber, los taxis, los camiones, las bicicletas, (en su caso, hasta a los choferes). Devolverle a la ciudad, a la calle del Bosque, un muy digno y escalado edificio de apartamentos proyectado con cariño, cuidado, tino: para que continúe el diálogo roto con una de nuestras mejores calles. Podrían sacar, los señores notarios, una muy respetable renta. Y podrían devolverle su respetabilidad al papel de los notarios como actores urbanos.

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