Miércoles, 22 de Enero 2025

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Preocupación estratégica

Por: El Informador

Por Raymundo Riva Palacio

NUEVA YORK.- Cuando el vicepresidente de Estados Unidos, Joseph Biden, viajó a México para hablar con los candidatos presidenciales, Gabriel Quadri buscó que también fuera recibido. La Embajada lo rechazó. Cuando presionaron por la cita, el tono subió: “Con uno por ciento de las preferencias, el vicepresidente no va a perder su tiempo”.

Cuando intercedió la Secretaría de Gobernación para evitar un problema de discriminación, les dijeron: “Son instrucciones de la Casa Blanca”.

Quadri, no lo sabían, les daría más adelante un dolor de cabeza. Una de las propuestas de campaña más imaginativas y agudas fue su plan para comprar tierras en Estados Unidos para arar y cosechar, con lo cual Quadri afirmaba que México garantizaría su seguridad alimentaria.

La idea pasó desapercibida en México, pero no en China. Según funcionarios de inteligencia estadounidenses, el plan de Quadri aparentemente propició solicitudes de compra de territorio en ese país por parte de corporaciones chinas, que los metió en un problema de seguridad nacional porque no tienen muchas barreras legales para evitarlo.

“Si Quadri hubiera dicho eso antes de la visita de Biden, seguramente no habría tenido necesidad de pedir una cita con el vicepresidente, pues él mismo la habría solicitado”, dijo una persona que conoce los detalles de ese episodio. La anécdota del desencuentro entre Quadri y Biden nunca fue importante para los mexicanos, pero para Estados Unidos les ratificó que hay cosas que suceden con sus vecinos por lo cual nunca pueden bajar la guardia.

La propuesta de Quadri tampoco fue analizada en toda su dimensión en Washington, que hace tiempo tiene puestos los ojos en México. Desde 2001 se modificó el referente de la relación tras los atentados terroristas, al moverse los parámetros geoestratégicos. Al arrancar la guerra contra las drogas, incubada por la DEA durante una reunión secreta en Cuernavaca con el entonces presidente electo Felipe Calderón y con quien sería su procurador general Eduardo Medina Mora, y desatada por la ingobernabilidad en Michoacán, la relación se intensificó y entreveró.

Como nunca antes, los gobiernos establecieron programas de colaboración entre sus agencias de inteligencia. Establecieron un centro de inteligencia en Ciudad Juárez, donde agentes estadounidenses trabajan junto con los mexicanos contra la delincuencia organizada, y construyeron una base militar conjuntamente con Canadá en un lugar secreto en un Estado del Golfo de México, desde donde realizan operaciones tácticas contra criminales.

Extraoficialmente el Gobierno mexicano, como nunca antes, ha permitido que agentes estadounidenses participen en interrogatorios y cierran los ojos cuando éstos transitan armados por México—un tema que niegan los dos países vehementemente.

La campaña presidencial preocupó en Washington por lo que los candidatos Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador pudieran prometer. Pronto se dieron cuenta que en términos de planeación, su propuesta coincidía con la estrategia del Presidente Calderón. La campaña negativa contra Peña Nieto y el discurso de que el regreso del PRI sería el retorno al status quo con los cárteles de la droga —la administración del fenómeno que trajo la corrupción de las policías locales —, tuvo su impacto, sin embargo, cuando les pareció confuso el discurso del candidato priista.

Militares en el Comando Norte —que se encarga de la vigilancia estratégica de Norteamérica—, expresaron a mexicanos sus preocupaciones por lo dubitativo que veían en Peña Nieto, que se acrecentaron cuando reclutó como asesor al general Óscar Naranjo, al considerar que el ex jefe de la Policía Nacional colombiana no sabía de la criminalidad mexicana. Los matices en el discurso de Peña Nieto ayudaron a minimizar las preocupaciones, pero no las ha eliminado. La guerra contra los cárteles mexicanos está en Centroamérica y ya se extendió a África, donde asesores estadounidenses entrenan policías locales, como lo hacen en México. Esa lucha es como contra la ex Unión Soviética durante la Guerra Fría, una carrera de recursos y fuerza, donde sus aliados no pueden flaquear ni dejarlos solos, como temen aún que suceda con un nuevo gobierno en México, y de quien esperan oír palabras más concretas y definiciones más específicas para sentir que, como lo dicen, en efecto, las cosas no regresarán a lo que fueron en el pasado.

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