Miércoles, 06 de Noviembre 2024

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Patrocinio y la geografía de la barbarie

Por: Rubén Martín

Patrocinio y la geografía de la barbarie

Patrocinio y la geografía de la barbarie

La geografía mexicana se está reconfigurando a partir de esta batalla, esta guerra, entre corporaciones armadas, públicas o privadas, desatada por el control de cuerpos y territorios para la realización de grandes negocios capitalistas, ya sean legales o ilegales.

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La vorágine de este horror nos obliga conocer e identificar lugares, poblados o territorios que antes ni siquiera hubiéramos sabido nombrar. Así sabemos de Creel, de San Fernando, de Tlatlaya, Ayotzinapa, Apatzingán, Tanhuato, Iguala, Piedras Negras, Allende y Tierra Blanca. Todos esos nombres de lugares son al mismo tiempo nombres de horrores, de hechos de barbarie que nos hablan de comandos del crimen organizado tomando un pueblo a su antojo, de la masacre indiscriminada de migrantes centroamericanos, de ejecuciones extrajudiciales cometidas por las fuerzas que deberían protegernos cumpliendo la ley, de desapariciones masivas cometidas por policías municipales al servicio del crimen organizado, de desapariciones e incineraciones dentro de un penal, del arrasamiento de toda una familia para cobrar una supuesta traición al gran negocio de la droga, y del levantón de jóvenes impunemente por parte de policías que cuidan no a los ciudadanos sino al crimen que les paga. A la larga lista de nuevas geografías del horror hay que incorporar ahora Patrocinio.  

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Patrocinio es un ejido ubicado en el municipio de San Pedro de las Colonias, Coahuila, a unos 70 kilómetros de Torreón. El Grupo Vida, la organización de las familias que buscan a sus desaparecidos en Coahuila, encontraron este lugar en abril de 2015 gracias a los informantes anónimos. Patrocinio es un ejido, pero en lugar de sembrar maizales, se sembró muerte. Las versiones que han recogido madres como Silvia Ortiz, que busca  a su hija Fanny, es que a ese lugar llegaban todas las tardes los hombres encargados de “la cocina”.

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“La cocina” es la infame labor de deshacerse de los cuerpos que fueron levantados, secuestrados, desaparecidos de sujetos de bandas rivales, o sólo para mandar el mensaje de quién era el soberano en ese territorio, el soberano de los negocios ilegales, pero también el soberano de quien vivía y quien moría. Hasta ahora se han encontrado más de 4 mil restos humanos: huesos, dientes, mandíbulas, pedazos de cráneo, además de ropas, zapatos, casquillos y el intenso olor a diésel. Se estima que en Patrocinio llegó a haber hasta 90 tambos de 200 litros que se usaron para “cocinar” los cuerpos desmembrados y prenderles fuego con diésel. Patrocinio va camino a convertirse en la fosa clandestina más grande de México, superando incluso a la fosa clandestina más grande de Colombia, La Escombrera, en Medellín. Por eso un agente ministerial les dijo a los familiares que Patrocinio no es una fosa clandestina, sino un “campo de exterminio”.

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Este es el tamaño de lo que enfrentamos en México. Los nombres de esta geografía del horror nos dibujan, en conjunto, no sólo la confirmación de que asistimos a un campo de batalla sino a una barbarie que se asemeja más al holocausto. Aunque pretendamos no verlo. Ahí está.

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