Por Eduardo Castañeda H.Con el anuncio del Premio de Traducción Literaria Tomás Segovia, que recién crearon el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) y la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara recordé el programa de traducciones que tiene el Ministerio de Cultura brasileño para promover que los autores de su país sean leídos en otros idiomas en el mundo. El fondo es administrado por la Fundación Biblioteca Nacional, que visité recientemente en Río de Janeiro. Las situaciones históricas y lingüísticas de México y de Brasil son muy diferentes, pero es interesante mirar de cerca la manera en que Brasil trabaja el tema. Por muchas décadas, el país sudamericano se mantuvo encerrado en sí mismo en cuanto a su producción editorial por diversas circunstancias, pero una de ellas fue y sigue siendo que el país constituye su propio mercado. Los libros que produce Brasil son vendidos a los propios brasileños. La industria editorial brasileña vive en muy buena medida de las compras que le hacen los gobiernos federal y estatal (algo similar a lo que les sucede a muchas editoriales en México). No sentían la necesidad de abrirse o explorar nuevos mercados, cosa que ahora están haciendo a través de diversos programas como el referido al inicio y el fondeado por Apex Brasil (agencia de promoción comercial y de inversiones) y la Cámara Brasileña del Libro, que es el Brazilian Publishers. Y hablo de mercados porque independientemente de que se trate, para el caso, de literatura, de cultura a fin de cuentas, la cuestión económica cobra relevancia a la hora de ver qué tanto puede ser beneficioso en términos en económicos para quien le toca fabricar el libro y distribuirlo. Buscar que los autores brasileños consigan ser publicados en otros países es una política de Estado reciente. (Ser publicados en otros países incluye Portugal como posibilidad, pues por extraño que parezca no comparten exactamente las mismas reglas gramaticales y ortográficas.) El programa de apoyo a las traducciones del Ministerio de Cultura tiene una veintena de años, pero el fondo que maneja la Fundación Biblioteca Nacional ha dado un nuevo impulso a esta política, ya que cuenta con una suma de 7.6 millones de dólares, que serán distribuidos en el periodo 2011-2020. El programa es para editores y traductores extranjeros, que pueden concursar por diversos apoyos, entre los que están becas de hasta ocho mil dólares por libro; estancias de traducción en Brasil por varios meses; apoyos para llevar autores brasileños al extranjero, entre otros. Quienes más han aprovechado esta bolsa hasta ahora son los alemanes, les siguen los rumanos, los franceses y los españoles. Próximamente se echará a andar un proyecto exclusivo para España y Latinoamérica, con el objeto de que más escritores brasileños sean conocidos en nuestros países. Evidentemente México, al compartir el idioma con todo Iberoamérica, no se ha visto en la necesidad de que la traducción de sus escritores a otros idiomas sea una cuestión de Estado, pero es cierto también que difícilmente las obras de los autores de este territorio lingüístico cruzan las fronteras de cada uno de los países que lo integran. Una mezcla, de nuevo, de realidades culturales y económicas.