La espeluznante experiencia que resultó ser la eliminatoria mundialista que desnudó y puso en evidencia los muchos defectos, carencias y vicios de un fútbol mexicano que, de manera soberbia, creía y al parecer se sigue creyendo rayano en la perfección. Las competencias internaciones de la Selección Mayor el año pasado no dejaron lugar a dudas, el nivel del fútbol mexicano fue a la baja y futbolistas de calidad para mantener un nivel competitivo escasearon de manera ostensible. El haber estado al borde de la fatalidad y salvar el escollo de manera milagrosa gracias a la intervención divina de Estados Unidos, abrió la coyuntura para realizar los profundos cambios estructurales que con urgencia se requieren. Facilitaría las cosas si se contara con dirigentes visionarios, que sepan de fútbol, con el atrevimiento para tomar de manera inteligente las determinaciones que marquen la pauta para un desarrollo cualitativo del fútbol mexicano. Pero no, resultó todo lo contrario. La falta de cultura deportiva de los dueños y directivos que toman las decisiones volvió a imperar. Es decir: más de lo mismo. Primero porque a nivel de selección nada pasó, el Tri del “Súper Piojo” les provocó la amnesia que les hizo olvidar el pasado. Pero esta vez si se mancharon. Desde hace ya mucho tiempo se ha venido señalando reiteradamente que al fútbol mexicano le vendría bien una reducción del número de extranjeros, para abrir más espacios de oportunidad para el desarrollo y consolidación del jugador mexicano que tenga la calidad para saberlo aprovechar. Esta semana Decio de María dijo, o le dijeron que dijera, que los dueños habían decidió que, a partir del Torneo Apertura 2014, se eliminan las restricciones para los jugadores naturalizados, bastará que tengan pasaporte mexicano para que los clubes los puedan registrar en cantidad ilimitada, obviamente sin ocupar plaza de extranjero. El tema tiene que ser tratado con cuidado y bajo un análisis objetivo. Se permiten cinco jugadores extranjeros por equipo, y eso ya es una exageración. El jugador foráneo que por su calidad aporta, marca diferencias y sobresale siempre ha sido y será bienvenido, pero, ¿cuantos han justificado su importación? Muy pocos. La mayoría se contagian y contagian mediocridad, pero alguien los trajo por alguna razón. La naturalización de futbolistas se ha incrementado a nivel mundial, y aquí no es la excepción. Jugadores que llegaron y aquí se quedaron, y conforme a sus razones o intereses optaron por adquirir la nacionalidad mexicana, al obtenerla la ley les otorga todos los derechos constitucionales, el del trabajo incluido. Futbolísticamente aplica lo mismo que con los extranjeros, ¿cuantos naturalizados juegan a un buen nivel? Con estas medidas al jugador mexicano que quiera ser profeta en su tierra, le va a costar mas trabajo, aunque también ha habido una buena cantidad de jugadores connacionales que no han dado el ancho y no ha pasado nada con ellos. Para efectos de selección la medida no parece que vaya a ayudar. Calidad y no cantidad, o substancia y no abundancia, deberían de ser los parámetros, para el futbolista nacido en México. Al no haber ciudadanos de primera y de segunda, lo menos que se debería de pedir es que al futbolista joven mexicano, se le brinden las mismas oportunidades, la continuidad y paciencia que se les conceden a los extranjeros. Sería muy conveniente que los directivos explicaran de manera convincente que pretenden con esta medida y en que beneficia al fútbol mexicano,.
