Por muy sacalepunta que se sientan los ingleses, la verdad es que Guadalajara rifa. Y por ello es que, ante la trigésima edición de los juegos olímpicos en Londres, un grupo de notables tapatíos se reunieron para organizar un evento que le disputara la cobertura noticiosa – con la consecuencia, dicen los políticos, de que se atraerán inversiones, habrá trabajos bien remunerados y todo será gozo y jolgorio. Si bien mucha gente se quejó de lo apresurado de las fechas, que no permitía pensar con detenimiento en un proyecto serio, mal que bien se determinó que las disciplinas a disputarse serían las siguientes: (i) Halterofilia en abastos. Aquí, como primer punto, se acordó por unanimidad que la palabra halterofilia quedara bien clara en la publicidad, pues no es extraño que gente disléxica que gusta de menores de edad, quiera ir a ver sus cochinadas. El reto consistiría en hacer cargar a los concursantes la mayor cantidad de arpillas de naranjas antes de que les reventara una hernia. A diferencia de su correlativo olímpico, aquí sería más meritorio el que el atleta se encontrara en un estado de desnutrición criminal, que se conoce en la ciudad como “mamey correoso”. (ii) Equitación en Colomos. Sin duda un deporte de príncipes, la equitación ha dado grandes glorias a la patria. El detalle es que en el parque de los Colomos, uno no sólo debe estar atento a los obstáculos que presenta la ruta, sino que debe hacer todo aquello que esté a su alcance para deshacerse de las chinches y garrapatas que habitan en los jamelgos de ese lugar. Si bien queda claro que no es tan emocionante que las medallas para los ganadores se entreguen hasta pasados dos meses de la competencia, habrá que apuntar que se trata de un asunto de salubridad, puesto que es necesario colocar a los concursantes en una cuarentena para erradicarles la sarna que seguro pescarán. (iii) Carreras de calandrias en Avenida Juárez. Si este deporte fue lo suficientemente digno para ser descrito por Homero (no Simpson sino el autor de La Iliada) al relatar los funerales de Patroclo, es lo suficientemente digno para los habitantes de esta noble y leal. Sin embargo, para hacerlo más complejo, no sólo se permitiría pimpear su calandria con picos como en Ben Hur, sino que el auriga recibiría puntos adicionales por el arreglo general de su carro (por ejemplo, 15 puntos a quien pusiera en la parte trasera una pequeña ventana en forma del corazón con una imagen del Redentor mirando al cielo con una corona de espinas). A los del 132, por más que se molesten, se les pedirá den chance de poner gradas en donde ahorita andan acampando. Total, qué tanto es tantito. (iv) Salto de altura en camión. No. No es lo que está pensando. Aquí nadie va a correr para tomar vuelo; de hecho la gracia de este reto consiste en ponerse flojito en su asiento para lograr una mayor altura. Para esta disciplina, el chofer de la ruta 175 que va a Tlajomulco debe enfilarse a 150 km/hr y agarrar bien tendido los topes que parecen bardas en San Sebastianito. Evidentemente gana el que logre una mayor altura. Si el atleta choca con el lomo contra el techo del minibús pasará a los records respectivos. (v) Ciclismo de ruta con triciclo tejuinero. Por más que me diga que Armstrong esto y que Induraín lo otro, creo que les harían falta pantalones para rifarse una competencia de esta calaña. Para que agarren más velocidad la competencia sería en un espacio corto, digamos la bajada del diablo en Colinas de San Javier. Ahí, desde el museo de Don Benito Albarrán, todos aquellos insensatos que se hayan inscrito se dejarán ir en su triciclo tejuinero por los aproximadamente 500 metros antes de la curva, buscando así enaltecer a su nación. (vi) La reina de las pruebas: maratón laboral. Pocos retos son tan extenuantes y requieren de una fortaleza mental y física como conseguir una chamba en este país. Para ello los organizadores de los juegos señalarán una fecha en la cual se hará una publicación en el periódico El Tren ofertando un puesto de trabajo indeterminado. Aquellos atletas que se sientan aptos para desempeñar dicho cargo, deberán ir ese mismo día a la calle Pino Suárez esquina con Independencia a tramitar su constancia de no antecedentes penales. Después de una fila como de 3 horas y soportar el tufo a huevo cocido, el competidor deberá ir a la Cruz Verde a conseguir un certificado de ingravidez – vale gorro si se es hombre o mujer, certificado es certificado; si se tuvo la valentía para resistir la revisión de cavidades que seguro le harán, tendrá que lanzarse al sindicato a ver lo de su contrato y la mochada que tendrá que dar. Gana quien no se suicide. Por lo pronto no se han podido agarrar más patrocinadores que un par de emporios de la industria del tejuino así como la participación de Tito Mena en algunos comerciales. Por ello se invita a la ciudadanía en general para que participe – sea como patrocinador o como voluntario – en estos juegos que cubrirán a la ciudad de laureles.