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México 2012-2018: ¿Realternancia o transición?

Por: Carlos Alberto Lara González

El pasado mes de mayo la Fundación Colosio organizó un foro en la ciudad dedicado a la política cultural. Contó con la presencia de su candidato presidencial y la participación de ex funcionarios culturales como Rafael Tovar, Gerardo Estrada y Teresa Franco. El primero partió de la premisa de que la línea cultural planteada por el ex presidente Carlos Salinas de Gortari, a raíz de la apertura del Tratado de Libre Comercio (TLC), y continuada por Ernesto Zedillo, sentó “las bases para que durante estos años no se extinguiera el tema cultura”. Una declaración muy discutible; los efectos del TLCAN en materia de cultura están a la vista. Vamos, el propio Víctor Flores Olea, primer titular del Conaculta, advirtió en su momento las lamentables consecuencias que traería el tratado en el ámbito cultural, mismas que el presidente Salinas no quiso escuchar. Para Salinas, como para el resto de los gobiernos del PRI de la segunda mitad del siglo XX, la cultura fue una herramienta de consolidación política. Sólo que este personaje central del equipo de Peña Nieto supo recurrir a la ella en momentos claves. Creó el Conaculta y un sistema de apoyo a los creadores (FONCA), entre otras cosas para opacar el escandaloso “quinazo”, como atinadamente ha señalado Raquel Tibol. Recurrió a Octavio Paz para estar a buenas con el intelectual del momento (el poeta de élite como algunos lo llaman). Invitó a Jaime Sabines a presidir la primera Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados, otra forma de estar a buenas con uno de los poetas que comenzaba a ser socialmente reconocido. Acudió a Héctor Vasconcelos, hijo del memorable intelectual, que diseñó la que por décadas fue la política cultural del país, para que encabezara la presidencia del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes.

El peso de los intelectuales en los gobiernos del PRI fue tan fuerte que la dramaturga Sabina Berman ha hecho notar su ausencia en los gobiernos del PAN, un partido, que bajo su punto de vista, prefirió gobernar sin aprovechar su inteligencia para examinar al homo priistus y deslindarlo del homo mexicanus. En efecto, los gobiernos de la alternancia eliminaron esa tradición. Vicente Fox sólo invitó a Carlos Fuentes para presentar su Programa Nacional de Cultura. Felipe Calderón prefirió guardar distancia de éstos.

En lo personal me pregunto si aún queremos gobiernos que utilicen a los intelectuales como oráculos de sus acciones; si queremos consolidar una transición o vivir en la realternancia eterna, fieles a esa vocación de profesionales del comienzo.

Creo que en materia de cultura el gobierno debe dejar de pensar sólo en los intelectuales, incluso en la denominada “comunidad cultural” y poner en el centro de sus acciones a la sociedad. Debe pensar, no en lo qué puede hacer por los artistas e intelectuales, sino en qué pueden hacer éstos, con el apoyo de las instituciones, por los mexicanos.

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