Es regla general en la mayoría de las películas la de recurrir a los trucos más baratos para emocionar. Imponer música pegajosa, forzar tragedias, encajar enamoramientos en donde no vienen al caso, inyectar tensión y velocidad sin sentido, son tácticas para complacer al público, tan comunes, que hasta resulta chocante señalarlas. Sin embargo, cuando aparece una cinta como Señor Lazhar, que se aleja de ellas y no pierde amenidad, sentimos por contraste todo el peso de la artificialidad reinante. Esa película del canadiense Philippe Falardeau se limita a presentar su historia sin manosear los sentimientos. El escenario en el que ocurren los acontecimientos es una escuela en Montreal, y los personajes que intervienen son los niños y los profesores de ese lugar. En un preámbulo pasamos, con la espontaneidad y la lógica de la vida, de algo que parece la rutina cotidiana a una situación excepcional. Lo que sucede ocasiona la entrada de Bashir Lazhar, un emigrante argelino. Que la película adopte un aire simple no quiere decir que propone simplezas. Los personajes cargan con el dolor y la confusión que provoca la pérdida de los seres queridos. La diferencia es que la trama y la narración no suministran consuelos fáciles o sufrimientos placenteros. Al mismo tiempo el director toca con su relato algunos asuntos de otro orden. Cuestiones relacionadas con la identidad cultural, la migración, las limitaciones del sistema educativo, el trato a los niños, y la protección a los refugiados políticos. La mayor parte de éstos son apuntes muy discretos que, posiblemente, son mucho más significativos para los espectadores canadienses que para los de otros países. En una escena, por ejemplo, los alumnos se burlan del idioma francés que usó Balzac, diciendo que es prehistórico. En otra, las profesoras se quejan de las normas que impiden corregir a los niños con el tradicional sopapo. En alguna más, a través de los apellidos de los estudiantes se da cuenta de la base multinacional de la sociedad canadiense actual. Y en un par de ocasiones se muestran los juicios que se siguen a los emigrantes que solicitan asilo humanitario. El director Philippe Falardeau, estudió ciencias políticas y relaciones internacionales en la Universidad de Ottawa. Trabajó como analista político durante un tiempo hasta que en 1993 se enroló en una competencia televisiva, que consistió en viajar por el mundo y realizar reportajes y documentales; tras ganar ese concurso cambió de profesión. Desde entonces ha filmado cinco estupendos largometrajes. Señor Lazhar es el más reciente, y le valió una nominación al Oscar a la mejor película extranjera. Señor Lazhar (Monsieur Lazhar), Canadá, 2011. Dirección y guión: Philippe Flardeau a partir del libreto teatral de Evelyne de la Chenelière; Mohamed Fellag, Sophie Nélisse, Émilien Néron.