El viernes pasado apareció una nota que no debió sorprender a nadie en este surrealista país. Y es que, en la ciudad de Los Mochis, Sinaloa, detuvieron —por enésima vez— a uno de los criminales más poderosos del mundo, el muy conocido “Chapo” Guzmán, quien meses antes había escapado de la prisión dejando en ridículo al gobierno mexicano.Lo que siguió no deja de sorprender tampoco, pues, si bien su último escape mostró claramente una red de complicidades y corrupción para que pudiera huir y cuyas responsabilidades no han sido plenamente sancionadas —tanto jurídica como políticamente— muchos mexicanos se manifestaron abiertamente insatisfechos de la recaptura.Por ello, hemos estimado que – en el caso de que llegara a escapar nuevamente – lo más conveniente, para quedar todos contentos, es que no se intente recapturarlo por los siguientes razones:a. La economía debe estar boyante al momento de la detención. Como es más que natural, uno no puede andar capturando gente —por más que ello suponga el cumplir otras obligaciones a cargo del Estado— si no se cuenta con una economía poderosa; esto quiere decir que si los mercados internacionales están despreciando el peso para acudir a monedas tradicionalmente más sólidas al momento de hacer sus inversiones, por más que se tengan los elementos para hacer la captura, esta tendrá que esperar para mejor ocasión, digamos, para cuando se alcance la paridad peso–dólar.Igualmente, si por la sobreoferta de crudo, los precios del petróleo caen —no importa que sea una tendencia que lleve más de un año— cualquier acción positiva del gobierno deberá ponerse en "hold", hasta que se tenga el barril en los $100.00 dólares que merece estar, eso por supuesto siempre que no haya gasolinazo, en cuyo caso, nuevamente tache.b. Lo deben detener en un estado de higiene notable. Debemos recordar que estamos hablando del delincuente más poderoso del planeta, así, uno cuando lo capturan, lo menos que puede esperar es que vaya con un ajuar pleno en clichés como aquél en el que se tomó la foto con Sean Penn —quien sumó otra foto con un nuevo delincuente, éste menos ideológico de los anteriores—.Por tanto, el que en la foto aparezca como empleado de vulcanizadora, es abiertamente insatisfactorio pues arruina todo lo que uno sabe de la vida diaria de los narcotraficantes, por haber visto una y mil veces la película de "Scarface".c. Debe desmentirse cualquier sospecha de pacto. Como es muy natural, los delincuentes confían muchísimo en las autoridades mexicanas —presentes y futuras—. Así, antes de detener a cualquier criminal uno debe eliminar cualquier sospecha de entrega pactada porque de no ser así se desvirtúa todo mérito en la detención aún a pesar del pacto.El hecho de que el pacto suponga que el delincuente tenga casi todo que perder y muy, pero muy poco que ganar, es absolutamente intrascendente.d. Se tiene que solucionar el tema de la extradición previo a la detención. Ante la detención se ha abierto el debate sobre si hay que extraditarlo o no, encontrando en ambas posiciones argumentos muy sólidos y razonables, pues, por una parte, si ya se fugó dos veces de la prisión es bastante lógico suponer que lo va a intentar de nuevo con buenas chances de éxito; por el otro lado, la necesidad y legitimidad de cobrarle la factura de todos los crímenes que cometió en México hace imperioso que permanezca aquí.Ante tal dilema, se propone que no se renuncie a la soberanía nacional enviando a dicho criminal a los Estados Unidos, pero para no arriesgar un nuevo escape, se le coloque en una cápsula espacial de bandera mexicana, soldada por el más fregón de los herreros de Tlaquepaque, y se le ponga a gravitar alrededor de la tierra hasta el pleno cumplimiento de su pena.Si no se cumplen estas condiciones, la verdad ni pa qué lo detienen.
