Jueves, 25 de Abril 2024

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Luz y sombra

Por: Jaime García Elías

Luz y sombra

Luz y sombra

Disputado apenas a la tercera parte del camino, es obvio que el Clásico del sábado en el Estadio Jalisco no define situaciones, ni prefigura el rumbo que vayan a tomar sus protagonistas en lo que resta de la contienda…

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En cualquier caso, como un viraje espectacular no ocurra, tanto el funcionamiento de los equipos como el resultado del encuentro, fueron luz y sombra: síntomas de que el vencedor quiere ser actor de la Liguilla —y aspirante al título, en consecuencia—, en tanto que el vencido parece destinado a quedarse, una vez más, en el limbo de la mediocridad: más allá del bien y del mal.

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Por cuanto se ha escrito sobre el tema y por el ruido que suscita cada edición del Clásico, se supone que el simple hecho de disputarlo debe constituir una motivación adicional para sus actores…

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Fue lo que denotó, en la etapa inicial de ese cotejo, el Guadalajara. Por una parte, confirmó los progresos que —con todo y los traspiés que tuvo en su cancha ante Tijuana (0-1) y Santos Laguna (1-1)— ha mostrado desde la campaña anterior. Por la otra —y eso fue, quizá, lo más importante— superó notoriamente al adversario en el rubro de la disposición anímica.

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A falta de contundencia —una limitación genérica del futbol mexicano, y, por ende, específica de las Chivas—, las posibilidades de mover el marcador fueron consecuencia de pifias del cuadro bajo rojinegro; pifias que resultan escandalosas en partidos normales, y en un Clásico adquieren el rango de imperdonables…

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Primero, la falta de Madueña sobre Brizuela —empujón con el brazo sobre la espalda—, correctamente sancionada por el silbante con la pena máxima y convertida en gol por Zaldívar; más tarde, el saque de meta de Ustari, interceptado por el mismo Zaldívar y aprovechado por Pineda tras el rechace del arquero rojinegro, fueron, en toda la extensión de la palabra, sendos regalos que un Atlas tibio, adormilado, contemplativo, otorgó a un rival con el que supuestamente es imperativo poner en juego, en cada lance, lo que es fama que se le pone al rompope.

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El aparente equilibrio del segundo tiempo sirvió, en todo caso, para que los rojinegros anotaran el gol que permitió a sus seguidores alentar en vano la esperanza de un desenlace épico, emotivo, heroico, “a lo Atlas”… Un desenlace que el Atlas, esta vez, no merecía. 

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