Martes, 14 de Enero 2025

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Los “villanos” que somos nosotros

Por: Sergio Oliveira

Los “villanos” que somos nosotros

Los “villanos” que somos nosotros

Desde hace unos años el mundo comenzó a apuntar el indicador hacia el automóvil. Lo eligieron como villano favorito, el responsable de la mayoría de los males del hombre, de la contaminación del aire, la visual y la auditiva; al igual que por el pesado tráfico del que padecen hoy ya todas las ciudades, no sólo las grandes. El odio hacia los coches va creciendo de tal manera que, como todos los odios, se hace cada vez más irracional, irascible y por lo tanto, peligroso. A tal absurdo llega que cualquier movimiento en contra del automóvil es celebrado, como si esto hiciera mejor a la humanidad, cuando muchas veces es todo lo contrario. ¿Será que alguien, de preferencia alguien que tenga el poder de decisión, va a ser sensato lo suficiente para entender que la lucha contra el automóvil sólo hace sentido en parte?

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Es verdad que los autos contaminan y no se necesita ser muy brillante para darse cuenta. Lo que no es tan cierto es que sea la principal fuente de contaminación como la mayoría cree que lo es, ni está cambiando el clima de la Tierra como otros piensan que lo hace. Una hora de estudio en Google es suficiente para que cualquiera con criterio vea que no hay unanimidad en la comunidad científica sobre este asunto.

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El problema es que el automóvil no puede ser la respuesta a la transportación colectiva, mucho menos en un país donde no hay dinero. Porque incluso donde sí lo hay, como en el vecino del Norte, la apuesta por que la gente se mueva en sus autos ya mostró que no es la mejor. Pero mientras sea prácticamente la única, hay que entenderla y cuidarla.

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Ante la ausencia de autobuses y trenes suficientes para mover a la población con puntualidad, decencia, limpieza y, más que nada, seguridad —y no me refiero a sólo a la seguridad contra accidentes, sino contra los ladrones y demás maleantes— queda sobre los hombros del automóvil llevar la gente al trabajo, los niños al colegio y los enfermos al hospital. El detalle es que esto ya es cada día más complicado. Es así por culpa de la autoridad, que no quiere ejercerla como debe con miedo de perder popularidad.

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El derecho de manifestarse no es mayor que el de circular

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Uno de los cánceres de la circulación son las manifestaciones públicas. Son cada día más frecuentes y ya no como hace unos años, una exclusividad de la Capital Federal. Guadalajara, por ejemplo, es otra de las víctimas de ese absurdo contra el derecho de circular cometido muchas veces ni siquiera por la población misma, sino por unos cuantos contratados por alguien con intereses específicos.

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Sí, entiendo perfectamente bien que muchas veces la única forma en que el Gobierno “escucha” a la gente es cuando hace una manifestación. Y esta es sólo una de las deficiencias de la autoridad, no escuchar o dar las respuestas a las necesidades de la población. Pero cuando cierran una calle o una carretera, están cometiendo un crimen sobre el derecho ajeno. Pueden, literalmente, estar matando a alguien por quitarle la capacidad de recibir atención médica a tiempo, por ejemplo. Por lo menos están cobrando muchas y muy caras horas productivas, generando estrés y haciendo pagar a alguien que, al igual que ellos, no tiene ninguna culpa en el asunto.

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Tiene que haber otra forma de encontrar soluciones a los problemas. Yo no tengo el derecho de decidir quién pasa por una avenida o no simplemente porque quiero luz en mi colonia o un paso peatonal en algún sitio.

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Porque el automóvil sólo es villano por la falta de visión de la misma autoridad que lo transformó en su “política” de transporte colectivo, que no dejó a la gente más alternativa que comprar un auto para trasladarse y ahora no es capaz de permitir que esos autos circulen por la falta de mecanismos para escuchar a sus electores, mucho menos los pantalones para abrir una arteria cerrada por manifestantes.

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