Después de la elección viene la cruda. Tras las reflexiones internas de los partidos y el juicio a las encuestadoras, toca el turno a los medios, factor fundamental en la elección y que, como sea, tienen que pasar por un proceso de reflexión sobre su función en la democracia. Casi simultáneamente dos grupos radiofónicos entraron en crisis mediática, paradójicamente. Por un lado la relación de Pedro Ferriz de Con con el propietario de Grupo Imagen por lo que, al parecer, son diferencias de fondo en el manejo editorial, y por otro una extraña declaración de quien fuera el secretario del Trabajo, Javier Lozano, que dijo que el dueño de MVS puso la cabeza de Carmen Aristegui a cambio de que le respetaran una concesión que le ha sido retirada por no explotarla conforme a lo establecido. La conclusión fácil es decir que se trata de presión a dos medios, y concretamente a dos comentaristas que claramente fueron anti Peña Nieto. El riesgo de esta hipótesis es simplificar demasiado el mundo. Siendo evidente que ambos comentaristas, uno de derecha y otra de izquierda, fueron muy incómodos para el PRI durante la elección, la relación entre los comentaristas y los concesionarios de radio y televisión es cada día más compleja. La relación entre los medios y el Gobierno perdió toda institucionalidad. El chantaje mutuo es la moneda de cambio y eso ya no es viable ni para el Gobierno ni para los medios, mucho menos para una sociedad democrática que exige su derecho a la información. No es causalidad que uno de los primeros temas que ha puesto el PRI sobre la mesa sea normar la relación entre medios y Gobierno. No sólo es el resultado de la presión ejercida por el movimiento #Yo soy 132, que puso en la opinión pública este tema, sino de un instinto de sobrevivencia priista. En aquel famoso decálogo de la campaña de Peña Nieto en el que el PRI se comprometía a nunca más ser el PRI, uno de los puntos era justamente reglamentar la publicidad oficial en medios. Si alguien sabe lo que es estar sujeto a la presión de los medios es Peña; si alguien sabe lo que eso cuesta también es él. Hay que entrarle a una reforma, pero a una reforma que no sólo se discuta entre medios y gobiernos, sino en la que el centro sean los ciudadanos y el derecho a la información. Es hora de discutir, de que los medios estén en los medios.