Mis lectores saben que en mis colaboraciones nunca digo groserías así es que no se espanten por el título de este artículo ya que trataré dos temas de tiempos idos, del ayer, para quienes en el hoy, sepan que sucedía en Guadalajara, México hace ya ochenta años. En el barrio de la “Perla” ubicado al oriente de la ciudad no podía faltar como en todo barrio, una carbonería; las estufas de tractolina todavía no existían y las de gas menos de ahí la importancia de este negocio; en el tiempo al cual me estoy refiriendo murió el dueño de “La Negrita” (así se llamaba la carbonería) y fue su viuda quien se hizo cargo del negocio; la señora que era más blanca que la leche, por estar constantemente en el negocio con el tiempo se ponía negra por el tizne; solo los ojos le brillaban, parecía mapache, los clientes empezaron a llamarla “La Tiznada” y así se le quedo. Pero quienes resultaron más afectados por el apodo fueron las hijas e hijos ya que estaban de buen ver y casaderas pues frecuentemente se oía decir entre los fifirichos del barrio: “Vamos a cocorear a las hijas de la... tiznada y nosotros los más jóvenes en vez de pedir permiso gritábamos al salir: vamos a jugar, ¿con quien? Con los hijos de la tiznada; pero las ganonas de este caso, fueron las mamás ya que a los niños llorones y berrinchudos, por el aspecto de la tiznada, para calmarlos les decían: si no se callan se los va a llevar . . . . . la tiznada. En el hoy de todo aquello ya no queda nada, pues parece que junto con los niños y niñas de esa época se los llevó la. . . . señora que vendía el carbón. El niño que quería jugar golf Un funcionario de alto nivel que seguro estaba medio loco informó que en todas las escuelas primarias se enseñaría a los niños a partir de los seis años de edad a jugar golf ya que con un ejercicio de cinco horas diarias se adquiere un cuerpo sano y esbelto además no es deporte violento como el futbol y al leer lo anterior se me reveló lo que iba a suceder en las colonias marginadas de la ciudad. ¡Mamáaa... mamáaaa! Ya viste que van a dar clases de golf en las escuelas; en vez de ir al estadio de futbol cada que hay partido a vender chicles ¿por qué mejor no voy a las clases de golf?. Ahí me van a enseñar a reafirmar mi personalidad; ¡que golf ni que golf! Ya quisieras mejor saber leer y escribir y apúrale porque ya dieron las seis de la mañana y después no vas a alcanzar y poder recoger el papel del tiradero de la basura de Tonalá, y no se te olvide que también necesitamos cartones para tapar el techo de nuestra residencia y un plástico grande para ponerlo de puerta ahora que está haciendo tanto frío. Pero mamá, dice el niño, el golf me va a poner esbelto y bonito, ¡que bonito ni que la fregada! Sin comer ya estas más flaco que un palillo, todas las costillas se te ven, parece que usas camiseta rayada; pero el niño pensativo dice: mamá, ¿tu crees que si tuviera papá, el si me llevaría a las clases de golf?, tu padre no jugaría golf ni con los palos de las escobas el muy... y ya vete a ver que consigues, acuérdate que ayer no cenamos por no tener que. Si amables lectores duele pero esa es la realidad actual de México, es cierto que el golf es un deporte y que felices seríamos si todos pudiéramos practicarlo y así nos dejaríamos de estar pensando en... utopías.