Lo que vi ayer en el evento que el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes insistió en llamar los 25 años de su creación, fue la decadencia (espero) de un modelo agotado de diálogo entre el gobierno y la mal llamada comunidad cultural. No sabía bien a bien si estaba ante la presencia de la creación y lanzamiento del Conaculta o en la conmemoración de sus 25 años. A juzgar por el video presentado, el montaje, los disfraces regionales de la orquesta, las evocaciones a Octavio Paz y el tímido discurso del intelectual en turno, fue lo primero, sólo que con el lenguaje, los términos y las modulaciones de las denominadas nuevas tecnologías. Considero que no había motivo para llevar a cabo esa reunión por las siguientes 1) El multicitado aniversario del Conaculta fue el año pasado, el 7 de diciembre y no tuvieron en el Consejo el tino de explicar que el evento estaba enmarcado en las conmemoraciones de los organismos que llegaron al cuarto de siglo, tales como la Comisión Nacional del Deporte y la Comisión Nacional del Agua. 2) Los multicitados ejes de la política cultural que busca impulsar el presente gobierno, han sido presentados por el titular del Consejo durante todo un año. 3) No iban a presentar el Programa Nacional de Cultura, el cual será publicado después del programa sectorial de la Secretaría de Educación Pública (cabeza de sector), por lo tanto, lo único interesante del evento era el discurso presidencial, para conocer la visión, el mensaje y el compromiso del primer mandatario con la cultura. Este se limitó a señalar lo rico que es nuestro patrimonio, a reconocer a la nueva generación de cineastas, la democratización de la cultura y la enumeración de los ejes, a saber, el impulso de la cultura para la prevención de la violencia, destacando la recuperación de espacios públicos para la convivencia (un programa que nació con Calderón, en el PND y PNC 2007-2012). Sin embargo en un segundo y osado paso, ha instruido al titular del Consejo, Rafael Tovar y de Teresa, llevar la cultura a Michoacán. Señaló la necesidad de utilizar nuestro potencial, innovar y revitalizar el dialogo, el trabajo y la promoción. Lo más importante fue el señalamiento de que el impulso de la cultura y las artes es el compromiso de un Estado decidido a transformar, ya lo veremos. Hace 25 años comenzó el desarrollo institucional de la política cultural en México; hemos tenido cuatro programas sectoriales, el de Rafael Tovar, centrado en la descentralización de la cultura, con énfasis en la infraestructura; el de Sari Bermúdez cuyo acento fue la ciudadanización de la cultura y su programa insignia “Hacia un país de lectores”. Posteriormente, el trazado por Sergio Vela, encaminado al desarrollo del acceso a la cultura, y finalmente el de Consuelo Sáizar, orientado al diseño de una política cultural para el siglo XXI. Hoy, el acento vuelve a estar en la dimensión social de la cultura, en la regeneración del tejido social; en el desarrollo de una perspectiva de equidad e inclusión a través de nuevos programas, en el uso de las nuevas tecnologías y el fortalecimiento de la imagen de México en el exterior. Esperemos que la implementación de estas acciones logre instalar la cultura en el desarrollo integral de los ciudadanos, no de forma coyuntural, sino estructural a través de la multicitada transversalidad.