Jueves, 25 de Abril 2024

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Linchamiento o legítima defensa

Por: Gabriela Aguilar

Linchamiento o legítima defensa

Linchamiento o legítima defensa

En México damos por sentado que la autoridad es ineficiente. Y no sólo eso, también nos anticipamos a que será gandalla. Desconfiamos de los policías lo mismo que de los políticos y nos gusta creer en la figura del ciudadano como víctima de varias circunstancias a las que no puede escapar. Esto es cierto en muchas ocasiones. Negarlo sería absurdo, pero se nos olvida que en toda historia hay dos caras de una misma moneda.

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Hace 10 años nos enteramos de un ejemplo claro de lo anterior cuando el gobierno de Vicente Fox se enfrentó a los actos de violencia en Tláhuac en la Ciudad de México. Cerca de 300 personas rodearon a tres miembros de la Policía Federal Preventiva que investigaban sobre narcomenudeo. Después de haber sido acusados de secuestro, los policías fueron detenidos, interrogados y agredidos durante más de tres horas. Luego les prendieron fuego. El término “linchamiento” adquirió un significado real y atemorizante desde ese día. Los medios de comunicación de todo el país mostraron ese acto despiadado en el que la ciudadanía furiosa sometió a los representantes de la autoridad. Lo triste es que con el tiempo fue cada vez más normal escuchar situaciones de este tipo.

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Ahora que se habla tanto de las “detenciones ciudadanas” (término utilizado institucionalmente por las autoridades) que no se olvide que esto se realiza entre iguales, es decir, entre ciudadanos. No se han hecho esperar las historias en las que “los buenos” y “los malos” cambian de papel repentinamente. Por ejemplo, la semana pasada nos enteramos del caso del ladrón que amenazó al empleado de una farmacia con un arma blanca para que le entregara el dinero que tuviera en caja. El empleado se resistió y forcejeó para defenderse. Al ladrón lo encontraron después, muerto sobre un charco de sangre ocasionado por una herida en el abdomen.

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Días después, dos supuestos asaltantes abordaron el camión público, no contaban con que uno de los usuarios, sin previo aviso terminara con la vida de ellos en circunstancias que la autoridad sigue investigando.

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Aun cuando en estos casos había una evidente necesidad de actuar en defensa propia, el argumento pierde validez. Hay que llamar a las cosas por su nombre: estos casos de legítima defensa son linchamientos.

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Parece que cada día se harán más frecuentes las historias en las que los ciudadanos tomarán el control, tristemente no para organizarse, sino para hacer justicia por propia mano. En lugar de esto es necesario cuestionar a las autoridades de su incapacidad para mantener el orden de la ciudad. De otra forma los papeles cambian de nuevo y nos convertimos en ese personaje detestable del que tanto nos quejamos.

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