Domingo, 08 de Diciembre 2024

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La tarde del ganadero...

Por: Francisco Baruqui

Para el criador de uno de los ejemplares más hermosos de La Creación, el toro de lidia, conjuntar un encierro completo con seis astados para triunfar, y dos de consagración, es, a no dudar, la realización de un anhelo que, créamelo amigo lector aficionado, pocas, muy pocas, poquísimas veces se da.
Boquilla del Carmen, con una novillada auténticamente de lujo por su excelente presentación por el trapío, la belleza de estampas, lo fino de sus hechuras, la buena crianza que se manifestaba por donde mirárseles se quisiera luciendo astifinos con grata imponencia, le ha dado al ganadero Don Manuel Sescosse la cristalización de ése ensueño, toda vez que, aquí sí, sus novillos toros, -- que es el calificativo correcto con el que hago referencia --, brindaron unas condiciones de lidia de excepción prestándose los seis, -- con matices lógicos por los juegos de cada uno de ellos --, para irse al desolladero sin orejas. Casta, nobleza, recorrido, son, peleando en varas y algunos creciéndose al castigo, embistiendo con claridad y gran fijeza, en donde los dejaban se quedaban para seguir los engaños al ser citados de nuevo, metiendo el morro con celo, algunos haciendo el avión con viaje y temple, mucho temple, en su armonioso acometer y además los más con transmisión.  Destaco sobradamente el que abrió plaza por su estilo, gran calidad y clase, para bordar el toreo…  El segundo, tercero y cuarto que resultó indultado que tuvieron emotividad y con esta, vibración, y en muy alto nivel el sexto.  Si acaso el quinto, serio e imponiéndose, fue el más demandante con el que su matador, el tapatío de la Isla, regresó un trofeo benevolente que se le otorgó en su primero. Fue, no se dude, un encierro para recordar que estuvo, y lo siento porque se trata de novilleros, muy por encima de sus lidiadores que dando lo que cada uno de ellos dar podían, dejaron ir el campanazo dado que… Dado que, la tarde fue del ganadero…  De gloria escuchó los aplausos y expresiones del público vitoreando su nombre recogiendo y devolviendo prendas al dar la vuelta al ruedo con Salvador López que se llevó el premio gordo con los dos mejores carmelos. Mi enhorabuena criador y ahora desde mi escrito como lo hiciera en mi barrera de la plaza, le vuelvo a tocar las palmas…  De lujo que sí…  De lujo. Los noveles, repito, pusieron cada uno lo que tenían.  Así… Así, el capitalino López, con el mejor, para mí, del sexteto, sin nada de capote, con la zarga instrumentó algunos buenos muletazos abusando de distancia llevando con el pico y no con la panza del engaño embraguetándose, que es lo que no hace, pero que se le jalearon, y con otros más dejándose enganchar la tela en una labor de más a menos que deslució todavía al desaprovechar su buena estatura y largueza de brazos pinchando y cobrando un bajonazo quedándose en la cara sin pasarse en el embroque y yéndose desde perfilarse, recibiendo el estupendo ejemplar aplausos en el arrastre y silencio el de luces en el callejón.  Era de rabo, el sueño de cualquier torero… Pero se llevaría también el cuarto de claro estilo y mayor condición por lo emotivo que fue, con el que Salvador lució con la capa quitando por gaoneras rematadas con revolera, para con la muleta iniciar su labor con cambiados por la espalda en el centro mismo del platillo aprovechando la boyantía del de Boquilla, armando su labor con toreo por abajo con ayudados con la diestra y al natural con la zurda entre algunos altibajos dado que a medida que avanzaba la lidia, el morito se imponía con determinación.  Burel alegre y con brío repetía y repetía y repetía impactando mucho en los tendidos ganándose su vida al pedírsele el indulto.  Que lo merecía o no, cuestión de opinión, creo que resultó el premio encadenado al conjunto triunfador de los astados que habían resultado todos para triunfar.  Sabiéndose fallo con la espada, el defeño vió de dulce la petición evitándose la posibilidad de tirar por la borda una labor lucida pero, insisto y repito, por debajo de las condiciones del premio.  Vuelta con los ganaderos merecidísima y el buen tenor de volver a ver bravura cuando lo que lamentablemente lo que más campea en el campo mexicano es mansedumbre. Hay que voltear a ver ganaderías de las repudiadas por los figurines para que vuelva la emoción y el interés, -- que es lo que brilla por su ausencia – a las plazas de toros. Del local Julio de la Isla, llevándose otro de trofeos, fijo, noble y planeando en la embestida, luego de verse gris con el percal, propinando una pésima lidia al moro, capotazos iban y capotazos venían sin motivo ni razón, consiguió momentos aislados de cierto lucimiento preocupándose más por la forma que por el fondo, de ahí que se le impusiera el carmelo, llevándose una voltereta de órdago cayendo de sentón y parándose lastimado.  Lo mejor fue la estocada.  Aprovechó de perlas cuando el novillo le pidió la muerte y perfilándose en corto y por derecho sepultó la hoja en lo alto recibiendo un auricular.  Auricular que… Que regresaría con el quinto, cuando impotente ante el burel que exigía más determinación y entrega, Julio invitó y alternó opacamente en banderillas con sus subalternos sin cosa mayor qué comentar, y dejó ver lo que ver ha dejado en anteriores ocasiones, que anda de valor medido.  Movimiento continuo de pies con un pisar endeble presto a irse en cualquier momento, a lo que si se añaden tres viajes pinchando, pitos a la postre fue lo que escuchó. De los tres alternantes al que le veo posibilidades mayores es a un joven tlaxcalteca, Antonio Galindo, que acusando un verdor manifiesto lo que hizo que también estuviera por debajo de los de su lote, sí aprecio en él un muy buen corte de torero que afina sus formas e, importantísimo, conecta, llega, impacta por la fuerte expresión estética y la proyección de filigrana que imprime a momentos.  Tiene sentimiento y profundidad, muestra sus series de naturales y ayudados por abajo con la diestra que se le corearon pero, por ése verdor mismo, no supo mantener el ritmo que sus carmelos tuvieron. Mucho tendrá que aprender y entrenar con la espada…  Anda perdido, es de los que comento que no entran a matar sino…  Sino a ver si matan.  Falta decisión y tranquillo para torear con la muleta al realizar la suerte para encelar como si de un pase de pecho se tratara y, fundamental, perder la vista de la cara, -- el único instante de la lidia en el que así debe de ser --, para fijar la mirada en el morrillo que es en donde deberá colocar el acero. Bien que el horario se modificó al inicio de las cinco, con una tarde calurosa a la que respetó la lluvia metiéndose más público que animado salió.  Ojalá que la gente se entusiasme con esto y concurra a los tendidos en número mayor. Y…  ¡Qué novillada señores..!  ¡Qué novillada..! Correo electrónico: francisco@baruqui.com

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