Por: Roberto Gallegos.No era la primera vez que veía nevar en mi vida. Sin embargo, era la primera vez que veía nevar mientras andaba en mi bici. Era el invierno de 2011, enero, si mal no recuerdo. Había una reunión en nuestra casa y todos estaban esperándome. La razón no era que añoraban mi carismática presencia, sino que muy por encima de eso, yo cargaba con la más preciada de las mercancías para el momento: las cervezas. Annika y nuestros amigos, acabábamos de disfrutar de una noche de música proveniente de la mejor rocola de la ciudad. Desde luego, la habíamos acompañado con tarros de cerveza de medio litro, que para los precios de la ciudad alemana de Bremen, eran una opción más que aceptable. Sin embargo, después de varios tarros nuestros bolsillos ya sentían el rigor de la falta de dinero y decidimos mover la fiesta a nuestro departamento. Para trasladarnos había un carro, un conductor sobrio, dos bicicletas y seis personas. Annika, portadora de una de las bicis, se nos adelantó 10 minutos para poder abrir el departamento, mientras que Florian (mi cuñado) y yo pagábamos la cuenta. Después, yo me ofrecí a pasar por la tienda que quedaba en mi camino y comprar una caja de cervezas que transportaría cómodamente en el carrito trasero de la bici. Los animé a que se adelantaran con Annika mientras yo realizaba las compras. Contrario a lo que quizá muchos pudieran pensar, andar en bici por esta ciudad no sólo es un deleite, sino una comodidad. Como toda ciudad del Norte de Alemania, la topografía de Bremen es plana. También cuenta con caminos especialmente hechos para este tipo de transporte que enlazan prácticamente a toda la ciudad. Los caminos cuentan con señales propias e incluso prohíben a los peatones usarlos como pista de atletismo, aunque durante el día se crucen un par de despistados. Así que con todas esas condiciones a mi favor inicié la ruta, borracho. Llegue a la tienda y compré la caja de cerveza, borracho. Cargué la caja de 20 cervezas y la puse en mi carrito, borracho. Finalmente me subí a mi bici y empecé a pedalear, así es, borracho. Al sentirme aún más seguro de mi transporte, saque mi MP3, me puse los audífonos y lo encendí para buscar ser sorprendido por alguna canción. La elegida fue Wake Up del grupo canadiense Arcade Fire. A los pocos segundos de iniciar la canción empezó a nevar. En ese momento, no quería estar en ningún otro lugar en el mundo. Al finalizar la pieza, como si todo hubiese estado planeado, llegué a la casa sano y salvo para entrar felizmente a la fiesta con la tan esperada mercancía. La post-fiesta fue un éxito rotundo. El pavimento congelado, una noche de copas, el aislamiento del trafico público ocasionado por la música y la pobre visibilidad de la noche podrían haber sido una combinación peligrosa e incluso fatal en cualquier otro lugar en el mundo. Pero no aquí en Bremen, donde se comprueba una vez más por qué la bici salva vidas mientras te divierte en el proceso. Muero de ganas por vivir esto en Guadalajara. Espero que ya no falte mucho: el número de ciclistas crece y opino que ya es tiempo de tener nuestros propios carriles. Encadenados Transporte para todos Los datos del Departamento para la Construcción y el Medio Ambiente de Bremen señalan que los desplazamientos que se efectúan en la ciudad se realizan en: bicicleta (23%), transporte público (17%), y a pie (20%). Parte del éxito de la movilidad en bicicleta se atribuye a que cuenta con una estación central, Radstation, situada en el principal transbordo entre transporte público. De este modo, los trabajadores pueden dejar sus bicicletas cuando se dirigen al trabajo o a casa, ya que ofrece mil 500 plazas de aparcamiento vigilado, además de servicios como reparación, alquiler y lavado de bicicletas.