Miércoles, 24 de Abril 2024

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La muerte del General Villa

Por: Carlos María Enrigue

La muerte del General Villa

La muerte del General Villa

El día de ayer se conmemoró un año más del asesinato de Francisco Villa en Parral. Y no deja de ser importante pues pocas figuras en la historia de México levantan a la fecha tantas pasiones como Doroteo Arango; así, la gente hablará según le fue en la feria de la revolución a sus parientes y alabará o condenará a sus actores dependiendo de dónde se encuentren hoy parados.

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No sé a usted, pero a mi de la revolución pocas personas me parecen tan interesantes como Villa, y es que si bien Zapata era una figura complejísima el hecho de que su mundo fuera tan pero tan pequeño hace desmerecer mucho su trascendencia; igualmente Madero, tras el vendaval democrático que significó su ascenso al poder se terminó desinflando muy rápido; lo mezquino de Carranza nunca será agradable; la pillería de Obregón y el carácter obscuro de Calles hace difícil que uno sienta demasiada simpatía por ellos y ni qué decir de personas como Victoriano Huerta, quien debe contar con muy pocos simpatizantes.

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En cambio Villa presenta un carácter tan variable que por ello es fácil que llame la atención. Brutal, sanguinario y despiadado, encontramos en la confianza que le tenía a Rodolfo Fierros su faceta bestial. Inteligente, respetuoso del conocimiento y admirador de la capacidad ajena, vemos en la fe casi ciega – hasta Celaya – que depositó en Felipe Ángeles. Así se movía el general, entre el salvaje más criminal que podamos encontrar y el mas proclive a fundar escuelas, a repartir la riqueza, a romperse ante la muerte de Madero.

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A mi forma de ver las cosas, Villa refleja mejor el carácter del México mestizo que otros líderes revolucionarios. La revolución popis emprendida por Ignacio Madero estaba ciertamente lejana de las frustraciones y complejos que hicieron que corrieran ríos de sangre en 1914 y la guerra de baja intensidad – que no por ello menos feroz – que se libraba en Guerrero y Morelos, contrastaba con los movimientos masivos de tropas en el norte y en el centro, con el uso extendido de artillería y en general con un concepto de guerra menos rupestre que aquél que se dio con los zapatistas.

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Sobre quienes añoran una hipotética victoria del Centauro, personalmente creo que hubiera acabado en un pésimo gobierno. Él era una persona muy poco preparada para ese puesto, y por mucho que uno romantice su figura, la realidad de las cosas es que nunca tuvo una meta concreta de gobierno, sus propósitos eran más bien generales y se basaban en aquello que no quería para el país más que en alternativas como sí surgieron en los campos obregonistas y zapatistas.

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Así, con su homicidio, el gran Doroteo Arango comenzaba un ciclo extraño en la historia mexicana, pues si bien en un inicio no se le consideró entre los revolucionarios del oficialismo, el amor que le tenía una gran parte de la población hizo que se le reconociera como lo que fue, un luchador social. Así, con historias extrañas como la del robo de su cráneo, la figura de Villa jamás dejará de fascinar a los estudiosos de la historia.

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