Martes, 14 de Enero 2025

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La ineptitud sospechosa

Por: Diego Petersen

La ineptitud sospechosa

La ineptitud sospechosa

Lo más importante en una ciudad son las personas y, de entre ellas, los niños y los viejos deben ser prioridad absoluta. Después de las personas lo más importante son sus árboles, por una sencilla razón: ningún otro elemento urbano le aporta a la comunidad tantos beneficios como un árbol. No se trata de una cuestión romántica o sentimental, es simple y llano pragmatismo. Las ciudades son un poco menos insoportables gracias a la existencia de árboles y espacios verdes que capturan el monóxido de carbono, que producimos a lo bestia, y generan el oxígeno que necesitamos para sobrevivir.

El desarrollo de la ciudad vive en eterno conflicto con los árboles. Cuando se hacen puentes, túneles, se abren calles, se ponen sistemas de transporte, invariablemente los que pagan el plato son los árboles. Aun en esos casos, en que se trata de un bien común, es muy discutible matar árboles para generar espacios de concreto, pues en la mayoría de los casos lo que hay detrás de la muerte de cientos de árboles adultos es sólo falta de planeación y exceso de ocurrencia de nuestras autoridades, que encuentran siempre que la mejor manera de solucionar el problema de tráfico es haciendo pasos a desnivel cuando está demostrado que los viaductos no son el camino (el tiempo de recorrido en hora pico en López Mateos de Bugambilias a la Glorieta Colón, 800 millones de pesos después, no solo no mejoró: empeoró).

Pero si en los “casos de interés público” matar un árbol es cuestionable, cuando se trata de intereses privados, como es el caso de los espectaculares, es un crimen contra la ciudad, contra todos y cada uno de nosotros. Son además delitos que se cometen con absoluta impunidad y colusión de autoridades. No es creíble que ni Guadalajara ni Tlaquepaque (y en otras ocasiones Zapopan y Tlajomulco) sostengan que no sepan lo que sucede en su municipio, en las avenidas más importantes de su territorio. Para matar 139 árboles en una noche, como sucedió en Lázaro Cárdenas, se requieren decenas de personas trabajando ruidosa y notoriamente durante varias horas (eso sí, no se le ocurra a un joven bajarse a hacer pipí en un árbol, porque lo detienen de inmediato). Si no hay, pues, complicidad de la policía, la ineptitud de los mandos ameritaría su inmediata renuncia. No menos sospechosa es la actitud de los secretarios generales de los ayuntamientos que, en el caso de Tlaquepaque, fue a presentar la denuncia donde no era (en el fuero común y no en el fuero federal) o el de Guadalajara, que la presentó pero nunca la ratificó. Otra conveniente ineptitud. Pero peor resulta la actitud de los alcaldes incapaces de defender el patrimonio de la ciudad, porque, no tenga duda: detrás de la tala de árboles por parte de las empresas de espectaculares, lo que hay es un pago de favores políticos recibidos en campaña.

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