Juan Armando Hinojosa García se la estaba pasando muy bien la noche del sábado en la fiesta de cumpleaños de Enrique Peña Nieto. A eso de las 10 de la noche pidió que su helicóptero lo llevara de la sede de la pachanga, el hotel Hacienda Cantalagua, en el municipio mexiquense de Contepec, a la ciudad de Atizapán en el mismo Estado. En los primeros instantes del vuelo hizo una llamada a la persona con quien tenía agendado encontrarse para avisarle que ya estaba en camino. El traslado en helicóptero no demora mucho. Pero pasó el tiempo y la tensión creció porque el joven empresario, heredero de la empresa Eolo, no llegaba. Se reportó la anomalía de inmediato a la fiesta de Peña Nieto. El padre del fallecido recibió el telefonema. La fiesta se acabó y todos se pusieron a operar para tratar de encontrarlo. Los equipos de rescate y Protección Civil del Gobierno del Estado de México se activaron —el mandatario Eruviel Ávila no asistió a la fiesta, pero sí su secretario general de Gobierno, Ernesto Nemer—. No fue fácil, considerando que no se veía nada de noche. Hallaron los restos varias horas después, ya el domingo, cuando aún no amanecía. Según fuentes cercanas a la investigación oficial, todo apunta a una negligencia de los pilotos, quienes no habrían encendido todos los instrumentos de navegación a su disposición, lo que le habría causado chocar contra las copas de los árboles y perder el control en una zona boscosa de Jiquipilco-Temoaya. La nave no prendió fuego y los cuerpos quedaron reconocibles. El padre del joven fallecido, el tamaulipeco Juan Armando Hinojosa Cantú, tuvo hace años una estrecha relación con Gilberto Enrique Peña Del Mazo, padre de Enrique Peña Nieto, quien de acuerdo con el IFE obtuvo más votos en la pasada elección presidencial. Es dueño de la empresa Eolo que se dedica a rentar aviones y helicópteros, y además son de su propiedad negocios en el sector de la construcción. La relación entre Peña Nieto y la familia Hinojosa se estrechó —el ex gobernador, muy cercano tanto al padre como al hijo— porque los empresarios apoyaron en su gobierno y campañas políticas a quien hoy aguarda por constancia de mayoría que lo acredite como presidente electo: frecuentemente el candidato se trasladaba en helicópteros y aviones de Eolo, incluso hay fotografías de él a bordo de la nave que se estrelló el sábado. A partir de una tragedia aérea, esa relación personal y político-empresarial está bajo escrutinio público por los donativos en especie que implican los préstamos de aviones y helicópteros, y si éstos están contabilizados como gastos de campaña y reportados debidamente al IFE, en medio de un conflicto postelectoral cuya impugnación lleva como principal bandera el dinero usado por Enrique Peña Nieto para pavimentar su camino a Los Pinos. Y si donativos de ese tipo, que datan de años según muchas fuentes, implicaron favores gubernamentales en la gestión de Peña al frente del Gobierno del Estado de México.