Martes, 14 de Enero 2025

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La eterna reforma

Por: Diego Petersen

La eterna reforma

La eterna reforma

Cada tres años nos venden “la reforma”, y cada tres años nos quedamos con la sensación, y la certeza, de que la clase política invariablemente escatimará las reformas que verdaderamente fortalezcan a la sociedad. Los políticos van a lo suyo: a los mecanismos de regulación del poder y la fortaleza de los partidos. Pero la agenda ciudadana la procesan con mucho mayor lentitud y sólo a partir de presiones sociales. Nadie come fuego: los partidos se van a mantener siempre lo más lejos posible de la lumbre o aquello que pueda ponerles un quemadón. Igualmente cierto es que nadie se pelea con la cocinera, esto es: los partidos podrán tensar la liga con los ciudadanos, pero nunca la romperán.

Así pues, los partidos hicieron dos reformas importantes para la operación del sistema político y cedieron a los ciudadanos una impostergable y otra simbólica, y postergaron la que era realmente trascendente.

La reforma importante para la vida política es la de la iniciativa preferente. La posibilidad de que al inicio de cada periodo el Presidente pueda enviar dos iniciativas de obligatoria resolución —es decir, que los diputados no las puedan mandar al congelador y estén obligados a pronunciarse a favor o en contra— agilizará el trabajo legislativo y le dará certeza al ejercicio de gobierno. La segunda tiene que ver con la posibilidad de tomar posesión fuera de la Cámara, una reforma que legisla los miedos en lugar de enfrentar los problemas. En pocos países como en México nos da por hacer reglamentar la casuística. Seguimos pensando que los problemas se resuelven haciendo leyes y no enfrentando las causas. El problema de fondo no es que el Presidente no pueda tomar posesión ante una protesta; es que el sistema electoral, caro y sofisticado, siga dejando inconformes y, sobre todo, que el Estado no tenga la fuerza para hacer cumplir la ley.

Las reformas ciudadanas tienen que ver con la iniciativa popular, algo que es más bonito que práctico, y las candidaturas ciudadanas, que son trascendentes a nivel municipal y en algunos casos estatal, pero que, sobre todo, rompen con el monopolio de los partidos. No se trata sólo de obligarlos a abrir la cancha y a escuchar a los ciudadanos, sino de recuperar para nosotros el derechos de elegir y ser electos. Sin embargo, la reforma más importante para el empoderamiento ciudadano, que es la reelección de alcaldes y legisladores, se quedó, otra vez, en el tintero, porque ésa sí le pega a los partidos donde duele: en la capacidad de controlar a sus militantes y de repartir periódicamente el juego electoral.

Pero no hay problema: lo único seguro es que en esta legislatura habrá otra reforma política.

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