Domingo, 03 de Noviembre 2024

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La estética de la navaja

Por: Juan Palomar

La estética de la navaja

La estética de la navaja

Pura Lempuyang Luhur es un santuario hindú ubicado en el oriente de la isla de Bali, en Indonesia. Es un excepcional lugar de peregrinación, situado en lo alto de un monte y rodeado de una vegetación extraordinaria.

Sus raíces arquitectónicas se hunden en la profunda tradición oriental. Recargados ornamentos adornan fachadas con frisos, cornisas, remates y pórticos realizados con un gran brío formal e impecable mano de obra. Hay un patio, sin embargo, que muestra un elemento que establece una radical ruptura con el estilo que sobrecarga el resto del conjunto.

Se trata de una puerta situada en el ámbito de un espacio abierto que limita el conjunto. Es un umbral que se abre sobre la vista de una dilatada y muy verde campiña, y, sobre todo, sobre el cielo y las nubes cambiantes e inmensas.

Ante su visión sucede una instantánea cesura. Una sorpresa que deja al observador incrédulo por un largo rato. Es una como ruptura total del lenguaje con el que el complejo arquitectónico venía hablando con expresiva verbosidad. Pero no es solamente un elemento insólito, es toda una estética que en ese umbral se trastoca, se vuelve distinta. El gesto realizado confiere a esta puerta una atemporalidad, libre de cualquier otra connotación, que remite a la más antigua esencialidad de los umbrales prehistóricos, pero también evoca los más despojados planteamientos de la arquitectura contemporánea.

Es como si el remoto arquitecto hubiera imaginado, a partir de todo el historiado lenguaje del conjunto, una operación radical y de una audacia inaudita por medio de la que creó algo absolutamente nuevo, al mismo tiempo arcaico y radicalmente moderno. Pensar, quizás, en una pilastra con todas sus ornamentaciones a la que, inopinadamente, se realiza un limpio corte de navaja que lo bisecta y separa ambas partes. Y, por la abertura, limpia como una herida de bisturí, se abre entonces el patio, con pureza inigualada, al cosmos entero.

Una mirada distraída al resultado, visto en cualquier fotografía, hace pensar de inmediato en los trucos del montaje y el photoshop. No es posible, piensa quien contempla su estampa, semejante gesto, tan aparentemente ajeno al contexto en el que se ubica. Y, sin embargo, allí está esa portada, con su dintel de aire, desde hace siglos.

Lecciones del filo, poderío de lo mínimo que logra lo máximo, para inevitablemente acordarnos de Mies Van der Rohe. Pero la manera en que el umbral de Pura Lempuyang ofrece una potente impresión estética, realizada aquí con singular fuerza, está presente sin duda en muchas otras arquitecturas. Quizá no es tan evidente —más que en casos extremos— en las obras de nuestros días. Un ojo alerta lo encuentra aquí o allá en la arquitectura popular de múltiples latitudes. En cierta escalera en voladizo que no lleva a ninguna parte. En una ventana en forma de estrella, cortada con el filo de la sabiduría en la nobleza de los adobes. La traza del genio, el rastro de la gracia.
 

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