Uno más de nuestros rezagos que tendrá que ser atendido por el régimen político entrante, lo constituye la justicia a la que eufemísticamente se le llama ciega, pero debe aclararse que no es ciega porque la otorga a quien la merece sin importar su condición social o económica; es ciega simple y sencillamente porque carece de la visión de equidad. Porque los platillos de su balanza se inclinan hacia el lado que se carga con dinero. A esto hay que agregar que además de ciega es sorda porque no escucha los llamados de la sociedad y muda, porque si escucha, no responde. Porque es la madre de la impunidad. La impunidad es indispensable para el funcionamiento de la maquinaria política del país, en donde hay muchos escándalos y pocas sanciones, de poderes fácticos tolerados y estimulados; de corruptos descubiertos pero jamás castigados. No hay denuncias, no se integró el expediente, no es delito grave, es permitida su libertad bajo fianza, sí alcanza fianza simbólica, se fugó de la cárcel de máxima seguridad. Son lugares comunes que estamos cansados de oír. Se habla de corrupción pero no de corruptos, se reservan los nombres por precaución, por no entorpecer las averiguaciones, por no pecar de indiscreto, porque no lo vimos, porque no nos consta, porque no vamos a dispersar rumores, por temor, por respeto a los periodistas muertos. La evidencia no importa, si hay una buena influencia política que maneje la correlación de fuerzas en el congreso. Cuántas veces hemos oído que ahora sí, la impunidad terminará en este sexenio. Se capacitará a la policía, se sanearán los ministerios públicos; se limpiarán los juzgados de secretarios voraces y jueces indolentes. Se construirán más cárceles, más grandes, más modernas, más seguras. ¿Por qué, si no se puede evitar que entren armas y teléfonos celulares, a las cárceles no comenzamos por utilizar la tecnología disponible para bloquear las señales telefónicas y detectores de metales para las armas? Perdón por llamarle cárceles, son centros de readaptación social, conocidos como CEFERESOS, que en realidad son escuelas de capacitación para perfeccionar a los reos en sus prácticas delictivas. La red del sistema policial, judicial y penal, más bien es para encarcelar inocentes que carecen de recursos para defenderse; a fabricar culpables, a sembrar pruebas, evidencias y hasta osamentas de cadáveres, todo para maquilar injusticias. Véase la película Presunto Culpable, que retrata la podredumbre de policías, ineptitud de agentes del ministerio público, arbitrariedades de los arrestos, violaciones flagrantes a las garantías individuales; la abulia de los jueces para guiarse por las pruebas acumuladas en el expediente, sin profundizar en los casos y soslayando la aplicación de la justicia. Se condena sin más, aunque existan dudas razonables sobre la culpabilidad de los acusados. En el derecho penal, nadie es culpable hasta que se le demuestre lo contrario. En México, el inocente tiene que litigar para demostrar su inocencia.¿En qué momento de la incruenta historia de la justicia mexicana se cambió la presunción de inocencia por presunción de culpabilidad? Todo el sistema de justicia huele a podredumbre. ¿El presidente electo tendrá la voluntad de reestructurar todo este embrollo? Si no lo pedimos, no lo merecemos.