La corrupción ha rebasado los límites imaginables y parece interminable. En el ámbito nacional el caso del ex gobernador de Veracruz y prófugo de la justicia, Javier Duarte, es el claro ejemplo de que se ha llegado a situaciones insultantes. No sólo tiene un rancho en Valle de Bravo —que de manera lícita nadie en este país podría construir si vive de su sueldo—, sino que se dio a la fuga y nadie lo encuentra, al parecer tuvo información privilegiada y el tiempo para huir. A lo máximo que llegó su partido, el PRI, fue a expulsarlo — ¿Usted cree que le importa?—.En casa no hay nada qué presumir. Llegó a la máxima posición del Poder Judicial Luis Carlos Vega Pámanes aún con antecedentes penales, dijo haber resarcido el daño y los magistrados que debían autorizar su licencia, extrañamente, no llegaron —¿por orden de quién?—. Además, el fin de semana se presentan dos documentos con los resultados de las pruebas de control y confianza del comisario de Seguridad en Guadalajara, Salvador Caro. Una es falsa, queda claro, ¿quién miente, quién la filtró, pero sobre todo a qué se atiene? El Ayuntamiento de Guadalajara amenazó con demandar a los responsables y el Gobierno estatal pidió explicaciones. Está claro, hay una red de complicidades para consolidar actos de corrupción, los políticos no se mueven solos, necesitan que alguien esté detrás y el que cae, habitualmente, es sacrificado solo, por todos.Esto que hacen los políticos ya empieza a dejar secuelas. La impunidad con la que operan estimula a delincuentes a cometer delitos. En Tlajomulco y Guadalajara los vecinos, hartos de la inseguridad, han comenzado a organizarse para combatirla, eso implica que las cosas pueden salirse de control. El caso de un ratero apodado “El Kevin”, que ha sido detenido y liberado nueve veces, ha levantado las voces sobre la revisión del sistema de impartición de justicia que debe reformarse, pero el problema tiene más fondo.El Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) y el Instituto Mexicano de Competitividad (Imco) presentaron la segunda edición del estudio “México: Anatomía de la corrupción” donde resalta que Jalisco aparece en el quinto lugar entre los estados más corruptos del país, sólo antecedido de la Ciudad de México, Tabasco, Chiapas y Guerrero, con un alto 95 por ciento.De los encuestados, 91% no confía en los políticos, pero 43% considera que sus familiares nunca son corruptos y sólo 20% afirma lo mismo de sus compañeros de trabajo. En términos económicos, 44% de las empresas admite haber sobornado a funcionarios o acudido a “relaciones” para obtener beneficios, esto es, hay quien ponga tentaciones y quien está dispuesto a corromper.El dato más triste es que sólo dos de cada 100 delitos de corrupción son castigados y desde 1998 a 2012 sólo siete personas han sido consignadas. En Jalisco y el país, los sistemas anticorrupción están congelados. El país está metido en una espiral que parece, no va a dejar nada bueno, en serio ¿necesitamos un superhéroe?