Miércoles, 15 de Enero 2025

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Instituto de Ciencias: “¿La decisión está tomada?” ¿Neta? I/II

Por: Juan Palomar

Instituto de Ciencias: “¿La decisión está tomada?” ¿Neta? I/II

Instituto de Ciencias: “¿La decisión está tomada?” ¿Neta? I/II

La discusión sigue abierta. Es un tema que toca directamente a miles de familias, a decenas de miles de involucrados por diversas razones, a centenares de miles de habitantes de la ciudad y la región. Algunas autoridades jesuitas “tomaron la decisión” de remover hacia la más lejana, socialmente segregadora y ambientalmente frágil suburbia metropolitana a uno de los máximos hitos escolares de Guadalajara: el centenario Instituto de Ciencias.
Tras el anuncio ha habido vivas reacciones. Surgieron una serie de reflexiones, argumentos, interpelaciones. Resulta esencial decir, de entrada, que el Instituto de Ciencias, en tanto institución largamente arraigada en la comunidad e históricamente mantenida por ésta, es un asunto de interés público. Así, es muy natural e incluso necesario y saludable que la opinión de miles de interesados haya surgido y hasta que se haya formado un grupo organizado dentro de las redes sociales que se llama “¡Que se debata la mudanza del Instituto de Ciencias!”, con más de mil 400 miembros. Un grueso volumen de transcripciones de lo expresado en ese medio ya ha sido editado y enviado para su consideración al Padre Superior en Roma, a las autoridades de la Provincia Mexicana de la Compañía y al Rector del Colegio. No ha habido, aún, ninguna respuesta formal.

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El Instituto de Ciencias no “es de los jesuitas”. Podrán ser los propietarios legales ellos mismos o algunos de sus representantes; pero cuando se refiere a instituciones tan simbólicas y significativas, la visión meramente legalista resulta corta y mezquina. La propiedad moral de una institución así corresponde a una muy amplia comunidad que ha tenido muy diversos contactos y experiencias con ella. Desde familias que a través de cuatro ininterrumpidas generaciones han tenido en el Instituto de Ciencias su segunda casa (y así la han mantenido), hasta actuales alumnos, maestros, exalumnos, ex maestros, trabajadores, visitantes asiduos y familiares y amistades de todos los anteriores. Por sus aulas han pasado decenas de individuos que, con el antecedente de su formación bajo la guía de la Compañía de Jesús, terminarían siendo referentes de la política, las artes, el periodismo, la religión y muchas otras disciplinas, no sólo en la región, sino en el país, e incluso internacionalmente. En términos todavía más amplios: el colegio es una indiscutible referencia moral, académica y física que, así, forma parte del patrimonio común de la sociedad tapatía.

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Algo que debe resultar alentador para la orden fundada por San Ignacio de Loyola es el manifiesto cariño y la preocupación por el destino del colegio que la circunstancia ha hecho evidentes. Para una parte significativa de la sociedad, los jesuitas siguen siendo los abanderados de un espíritu de crítica, renovación y cambio social: elementos indispensables en una realidad como la que vivimos. Este espíritu es, entre otras cosas, el que ahora se echa de menos ante esta propuesta demostradamente conservadora y reaccionaria. Pero, a ojos vistas, mediante la actual coyuntura se puede comprobar que su labor formadora ha fructificado en muchos.  

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Por todo lo anterior resulta muy desconcertante la pobreza de la interlocución con la que algunas autoridades jesuitas han “correspondido” a los centenares de cuestionamientos y a las fundadas razones que el inopinado y autoritario anuncio del cambio ha venido suscitando. El más reciente episodio de este intento de interlocución fallido tuvo lugar el pasado viernes, cuando un grupo de personas, críticas al pretendido proceso de mudanza, fue citado (en el Iteso, sic) por el encargado de educación de la provincia jesuítica. Junto con ellos, también acudieron algunos asesores, más o menos oficiosos, para respaldar el cambio.

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Por parte de los jesuitas, es obligado decir que no todos los miembros locales de la orden están de acuerdo en la medida anunciada, por lo que ni siquiera al interior de la Compañía hay acuerdo alguno, más allá del que los votos religiosos obligan. Sin embargo, ante el cúmulo de argumentos esgrimidos por los críticos en la reunión que se menciona, la respuesta más visible fue “La decisión está tomada” y “Téngannos confianza.” Apelar al autoritarismo y a una ficticia infalibilidad en un asunto tan serio, sin tener respaldos sólidos (algo que también quedó claro en la junta) es, por lo menos temerario, y por lo más chantajista e irresponsable.

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El reporte de los intercambios sucedidos ese día puede ser consultado al final de la página de Facebook ya citada: “¡Que se debata la mudanza del Instituto de Ciencias!”

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