Martes, 10 de Diciembre 2024

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Por: Guillermo Vaidovits

Hubo un tiempo en que los profesionales del cine finalizaron sus carreras, con cierta pesadumbre, haciendo televisión. Mas la situación cambió notablemente durante la última década del siglo pasado. Hoy la industria estadounidense de la televisión forja prestigios, y exporta con bastante éxito, creadores, figurantes y temas para la fabricación de películas. Ese tráfico artístico resulta, en buena medida, de una deliberada mejoría de calidad en la producción, y de la existencia de grandes corporaciones de medios que poseen, por igual, empresas de televisión que compañías cinematográficas. Quiero matar a mi jefe es una comedia que discurre por una delgada línea entre el suspenso y la astracanada. Lo que nos recuerda cuán cercanos son lo risible y lo preocupante. Ambos efectos requieren de un agudo sentido del ritmo tanto como de la habilidad para suscitar y dosificar una acción.  La película toma inspiración de forma explícita de la cinta de Alfred Hitchcock Pacto siniestro (1951), y de la versión cómica que de ese mismo argumento hiciera Danny DeVito: Tira a mamá del tren (1987). Además, de manera indirecta pesa sobre la película la existencia de la más reciente y taquillera ¿Qué pasó ayer? (2009), pues la trama puede fácilmente ser apreciada como una variación afortunada de la idea central de aquélla: un grupo de amigos atrapados en la red de su propia insensatez. Los guionistas, cuyos currículos ostentan teleseries como Becker (1999-2002), Bones (2007-2011), y The New Adventures of Old Christine (2006-2010), organizaron la narración por bloques que van introduciendo por separado a cada uno de los protagonistas, y sus respectivos antagonistas. Luego reúnen a los tres amigos en una escena en un bar. Ese mismo método, que sirve al principio, se sigue para desarrollar varios trechos más del argumento. Hacia la mitad abandonan el patrón acostumbrado por las Sitcom, y adoptan un sistema más propio del género policíaco y de acción, con cambios vertiginosos de un lugar a otro, momentos de tensión construidos a partir de la posibilidad de que los personajes sean descubiertos haciendo algo ilegal, y hasta una, no mal ejecutada, persecución de automóviles. Por ahí se cuela quizá una alusión voluntaria a Tiempos violentos (1994), cuando uno de los protagonistas intenta revivir a alguien clavando una jeringa en el pecho. Aunque sin abandonar las referencias a la televisión; a la que incluso le rinden un sentido tributo, mediante una escena donde los tres personajes centrales se libran de la detención de los policías gracias a que uno de ellos, durante el interrogatorio, cita un recurso legal aprendido tras consumir regularmente los capítulos de La Ley y el Orden (1990-2010). En general, el humor es vulgar y desproporcionado, pero la dirección firme, y el conjunto de actuaciones brillantes, le dan un carácter especial a la película. Quiero matar a mi jefe (Horrible bosses), EUA, 2011. Dirección: Seth Gordon. Guión: Michael Markowitz, John Francis Daley, Jonathan M. Goldstein. Actuación: Jason Bateman, Kevin Spacey, Charlie Day, Jennifer Aniston, Jason Sudeikis, Colin Farrell.

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