Viernes, 17 de Enero 2025

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Héroes hasta el elevador

Por: Carlos Loret de Mola

Héroes hasta el elevador

Héroes hasta el elevador

Un tren bala que se llama Jabalina promete ahorrarme el tráfico y llevarme del corazón de Londres al Parque Olímpico en siete minutos y medio. Cuesta 7.50 libras. “A 20 pesos el minuto”, deduzco resignado mientras inserto la tarjeta de crédito en el despachador de boletos. Todos cumplimos nuestra parte del trato: la máquina me da un ticket, yo adquiero una deuda, y un estilizado convoy gris sale y llega a tiempo.

Al llegar lo primero que se ve es un complejo multifamiliar de cuyos balcones penden banderas reconocibles y no. Es la Villa Olímpica, donde duermen los atletas de Londres 2012.

En el pasillo que conduce hasta su entrada —donde nadie que no corra rápido, cargue mucho, salte alto o resista lo indecible no puede sortear unos arcos de seguridad— varios hombres y mujeres de distintas razas tienden sobre el suelo unas telas con muchas cosas que brillan encima. Me acerco, descubro que son pines e intento comprar uno de México 68. Resulta que no están en venta. Son coleccionistas que acuden a cada contienda internacional a intercambiar sus distintivos por otros más exóticos e inusuales. Atletas sedentarios.

En cuclillas, mientras exploro la mercancía que me es inaccesible —yo no tengo pin que ofrecer en trueque—, siento la presencia de alguien. Al levantarme descubro a una mujer alta, rubia, demasiado blanca y de facciones recias, despeinada y sin maquillar. Lleva unos pants azules con amarillo. Seguro es competidora. ¿Suecia? Qué útil sería tener Google en el cerebro.

Me subo a un autobús rojo de dos pisos que me llevará al International Broadcasting Center (IBC) desde donde los medios de comunicación del mundo emiten sus señales y sus representantes trabajan al límite de lo humano consiguiendo a veces algo de sueño en un quiet room, una sala aislada del ruido con deliciosas sillas reclinables.

El IBC son dos edificios de hormigón con mínima estética. A la derecha, el de medios escritos con la redacción más grande que he visto en mi vida. El de la izquierda, los estudios de las televisoras: técnicos, productores, reporteros, conductores con cara de que ya casi es hora de ir al aire. Entre todos, destacan las figuras esbeltas, uniformadas, de los atletas que si están ahí es porque serán o han sido entrevistados, y eso quiere decir que ganaron medalla.

Dos guapas mujeres en pants rojiblancos — ¿Polonia? ¿Suiza?— van saliendo. Tres afroamericanos con uniforme que dice USA vienen riendo del fondo de la planta baja. Atrás de mí, uno en amarillo y rojo que no tiene cara de español. Caminan como si su hazaña no contara.

Entrarán al set de la televisora de su país y serán venerados. Pero saldrán y serán uno más, harán fila para llamar al elevador y no habrá quien les pida un autógrafo. Salvo que se apelliden Phelps, Isimbayeba o Bolt, son héroes en un estudio y anónimos en las demás hectáreas de Londres. Me cuentan que a eso le llaman Espíritu Olímpico, que remite a todos a su esencia de deportistas.

SACIAMORBOS

Está buena la polémica, pero ¿no tiene nada que decir el más rico de todos?

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