Viernes, 19 de Abril 2024

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Hacia el 2018 en un mar de grises

Por: Jorge Fernández Menéndez

Los comicios del pasado domingo abrieron la puerta al proceso electoral del 2018, donde dentro de trece meses se renovará la Presidencia de la República, pero donde también deberemos elegir entre seguir postergando soluciones o regresar a un pasado que nunca fue, pese a lo que digan, mejor. Ayer hablábamos de la necesidad de abordar el tema de la segunda vuelta antes de que comience el proceso electoral, así como el de financiamiento y la desregulación de varios candados electorales que dificultan y hacen menos libre el proceso, porque lo concentran en las dirigencias partidarias.

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Más allá de los aspectos centrales que deben ser reformados para tener en el 2018 una elección más moderna y que inspire más confianza en la ciudadanía, hay que concluir que este domingo se reposicionaron partidos y en algunos casos candidatos, pero que también nos quedamos con un panorama partidario pletórico de grises.

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El PRI salvó la jornada con el triunfo en el Estado de México y muy probablemente en Coahuila. Ese era su objetivo y lo alcanzó. Pero nadie en el tricolor puede decirse satisfecho cuando en el Estado de México el PRI perdió la mitad de los votos en apenas seis años y cuando no ganó ninguno de los municipios conurbados de la Entidad. Por supuesto que es mejor ganar por la mínima que perder. Así ha ganado el PRI en Aguascalientes, Oaxaca y ahora en el Estado de México y posiblemente en Coahuila, pero nadie debería tener dudas de que el esquema del partido, sus candidatos y la forma de elegirlos, tienen que ser modificados porque no se puede vivir siempre en el alambre. Con el agregado de que una vez que pierden, en estados como Veracruz, se alejan de cualquier posibilidad de regresar al poder en el corto plazo. La asamblea nacional del PRI en agosto tendrá que determinar mucho más que la ruta para elegir un candidato presidencial, tiene que definir el camino futuro para un partido que debe recuperar identidad.

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López Obrador tuvo con Morena una gran elección. Estuvo muy cerca en el Estado de México y ganó varias alcaldías importantes en Veracruz, aunque allí quedó, en términos generales, lejos de la coalición PAN-PRD. Pero el líder de Morena parece empeñado, como ha demostrado durante años, en destruir con una mano lo que construye con la otra. Una vez más utilizó como argumento el tema del fraude, una vez más no reconoce resultados: nunca lo ha hecho cuando ha perdido una elección desde que compitió en Tabasco en 1989. Otra vez las instituciones son espurias y, ahora “supuestas”. Por eso López Obrador no pasa del 30 por ciento: tuvo 35 por ciento en el 2006, 31 por ciento en 2012, igual que ahora en el Edomex (¿alguien duda de que el candidato de Morena fue él?). Recurre a alianzas cada vez más controvertidas, incluyendo a Elba Esther Gordillo, Fernando Espino, Napoleón Gómez Urrutia. Si López Obrador quiere ganar tiene que moverse hacia el centro y eso no pasa por estar de acuerdo con la iglesia católica para ir en contra del aborto o los matrimonios igualitarios: pasa por una actitud de tolerancia y amplitud de miras que cada vez que se asoma a una derrota desaparece en el líder de Morena e impide a amplias franjas del electorado confiar en él.

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En el PAN, Ricardo Anaya se dice el gran ganador de estos comicios. No lo creo, por lo menos no en la forma contundente en que lo presenta Anaya. En el Estado de México se convirtieron en cuarta fuerza. Ahí la campaña de Josefina Vázquez Mota tuvo problemas y errores, pero me quedo con una frase de la candidata que retumbará en los próximos días en el PAN: “contra el dinero y la traición no se puede”. Para Josefina, Anaya abandonó al panismo mexiquense. En Coahuila podría haber perdido los comicios por casi nada cuando tenía todo para ganar. En Nayarit y en Veracruz tuvo el acierto de impulsar lo que es una buena opción: las alianzas con el PRD, y ganó, aunque hay que destacar que en Veracruz el triunfo es sobre todo de Miguel Ángel Yunes, que se está convirtiendo en un personaje de mucho poder y peso dentro del panismo, más del que algunos quieren creer.

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Es verdad que el PAN gobernará entre 12 y 13 estados y que se encuentra en una situación privilegiada para el 2018… si tiene claro qué quiere hacer, cómo y con quién.

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El PRD tuvo una buena jornada. Comenzó la campaña mexiquense casi desfondado. López Obrador se dio el lujo de rechazar en ¡¡quince!! oportunidades una alianza con el PRD. Las primeras encuestas le daban un seis, siete por ciento, pero Juan Zepeda terminó con 18 puntos, y en alianza con el PAN ganaron Nayarit y Veracruz. No se pueden hacer bolas ni alimentar sueños extraños: tienen un piso firme, tienen espacios, tienen en Miguel Mancera un candidato aliancista viable, tienen la posibilidad de llegar a acuerdos en distintos ámbitos, hacia el centro y la izquierda, han comprobado que se pueden enfrentar a Morena y salir adelante sin agacharse ante las presiones. Siempre el mayor enemigo del PRD se ha llamado PRD: es hora de exorcizar esos demonios.

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