Viernes, 19 de Abril 2024

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Fosas clandestinas

Por: Laura Castro Golarte

Fosas clandestinas

Fosas clandestinas

En agosto de 2015 escribí un artículo que titulé “Guerras” y lo encontré al buscar información relativa a aquel hallazgo de una fosa clandestina en San Fernando, Tamaulipas que, de hecho, fue en 2010. Lo leí de cabo a rabo y tranquilamente pude volverlo a publicar hoy como si apenas lo hubiera escrito ayer con base en noticias recientes.

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¿Cuántos años llevamos con esta realidad de muertos y desaparecidos? ¿Con esta realidad de violencia descomunal e imparable? ¿Cuánto tiempo hace que hacemos la cuenta de homicidios, feminicidios, de víctimas inocentes, de falsos positivos, de muertos por balas perdidas, por secuestros, de fosas clandestinas? ¿Desde cuándo las estadísticas ahora nos sirven para comparar y conocer con precisión los datos de un sexenio y de otro, de un año a otro, sólo para constatar que esto aumenta y aumenta y aumenta?

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En el sitio de Aristegui Noticias leí la columna de Jacobo Dayán, “Zonas y campos de extermino en México” (http://aristeguinoticias.com/1008/mexico/zonas-y-campos-de-exterminio-en-mexico/). Él es especialista en Derechos Humanos y sostiene que el nivel de violencia en el país ha llegado a tales niveles y extremos, que la sociedad está anestesiada; en un no querer saber por el dolor que causa, por la impotencia. Afirma que los mexicanos han preferido no ver “esa violencia dura” que “en goteo permanente ha derramado tanta sangre […]”.

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Estoy de acuerdo con esto. En 2015 y seguramente antes escribí lo mismo que Dayán, con otras palabras: “Para muchos son noticias de nota roja y si es posible pasar la página, se pasa, la vida cotidiana es de por sí apremiante. No son buenas noticias, nos horrorizan, nos erizan la piel y se nos anegan los ojos. Cada vez hay más personas que tratan de alejarse de una realidad que no por eso se desvanece o desaparece. No basta con voltear para otro lado y todos son importantes, las víctimas y los testigos” (EL INFORMADOR, 8 de agosto de 2015).

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El punto es que esta exposición de hechos revela que nada ha cambiado, nada se ha corregido, nada ha mejorado, al contrario. Es peor ahora, porque además se perfeccionan las maneras, desde el poder, de distraer, de hacer parecer como que eso no es grave, que en otros países pasan cosas peores. Lo que tendría que hacer con el artículo de 2015 sería, dolorosamente, actualizarlo.

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Hay una afirmación de Dayán con la que no coincido: que la sociedad ha aceptado esta realidad como el precio que hay que pagar por “acabar” con el crimen organizado.

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No estoy de acuerdo, en primer lugar, porque considero que no se puede generalizar y porque, así como se juzga a las autoridades por minimizar y desdeñar estos hechos terribles de exterminio y de lesa humanidad como el mismo Dayán los califica (y también coincido) no se puede juzgar a toda la sociedad mexicana sometida a abusos, carencias, violencia, injusticias, pérdidas, pobreza, desempleo… de aceptar lo que sucede. Creo más en el predominio de la rabia y de la impotencia, creo más en que hay miedo, pero no una aceptación sumisa y resignada.

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En todo lo demás estoy de acuerdo, particularmente en la actitud de la autoridad al respecto, del Gobierno federal de manera específica que se conduce como si no fuera gravísimo lo que pasa, minimiza y desdeña.

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Hace poco más de un mes, activistas defensores de derechos humanos y académicos presentaron el informe: “Violencia y Terror. Hallazgos sobre fosas clandestinas en México” (http://www.animalpolitico.com/2017/06/fosas-clandestinas-mexico-informe/). Los resultados son espeluznantes y reveladores de la inacción, de las omisiones del gobierno: en once años (entre 2007 y 2016) se han hallado mil 75 fosas clandestinas en 19 estados de la República con más de dos mil cuerpos. De las 19 entidades, las que encabezan la lista son Guerrero, Jalisco, Chihuahua, Coahuila y Tamaulipas en donde se concentra una de cada tres fosas de las localizadas en el territorio nacional. Jalisco, sí, en segundo lugar.

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Fosas clandestinas, seres humanos muertos, mexicanos y de otras nacionalidades, son datos de una realidad que nos aplasta, que no es trivial, ni normal. ¿Hasta cuándo el Gobierno federal y los locales enfrentarán esta situación para resolverla, para atenuarla por lo menos, para impedir que siga en aumento? Es real, es dolorosa y debe parar.

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