Caracteriza al espíritu franciscano la capacidad de hermanarse con las criaturas. Con ternura franciscana, pero también con energía, el Papa Jorge Mario Bergoglio, que eligió llamarse como el santo de Asís, ha escrito Laudato si, “Alabado seas”, la encíclica que nos recuerda que la tierra es casa común, herencia que nos corresponde a todos cuidar, sin que ninguno sea considerado descartable, como por desgracia lo son muchos en nuestro muy desigual país, según dramáticos datos del reciente informe de Oxfam.Son interlocutores de la Encíclica los gobiernos nacionales, los organismos internacionales, pero también las y los ciudadanos de a pie. A todos toca una parte de la tajada de sensatez que hará disfrutable el planeta por milenios más. Separar la basura, reutilizarla, cuidar que sea bien recolectada, evitar que sus lixiviados o jugos contaminen los mantos acuíferos del subsuelo (pensemos en Picachos, zona metropolitana de Guadalajara), aprovechar el agua en lo que sale caliente de la regadera, lavar los platos sin desperdiciar el líquido, construir pozos de absorción para captar el agua de la lluvia, no abusar de calefacción ni de aire acondicionado, son consejos prácticos, domésticos la mayoría. El Papa habla de la cultura del descarte o desperdicio, que ha convertido la tierra, nuestra casa, “en un inmenso depósito de porquería”. No sabemos en cuántas de las especies que estamos aniquilando hay una posibilidad de cura para enfermedades que siguen siendo un enigma por resolver. Arañas, serpientes, microorganismos que limpian el océano, las cuencas y vasos lacustres, pero que poco pueden sobrevivir en los grises cementerios subacuáticos en que se han convertido los otrora coloridos y vitales bancos de coral. Todas las criaturas, dice el numeral 42 de la encíclica ambientalista, “están conectadas, cada una debe ser valorada con afecto y admiración, y todos los seres humanos nos necesitamos unos a otros”. Entrañable visión esta, que nos recuerda el Parlamento de las Religiones del Mundo, convocado en 1993 en Chicago por el teólogo Hans Küng, hacia la definición de una ética mundial, que concluye que todos somos interdependientes. Estos días sabremos si cambia el titular en Jalisco de la Secretaría de Movilidad. Han sonado nombres que debiéramos desterrar ya de puestos de poder por lo que hicieron mal en otros cargos. Convendría a quien decide, leer esta encíclica, que advierte sobre “el crecimiento desmedido y desordenado de muchas ciudades que se han hecho insalubres para vivir, debido (no solo) a las emisiones tóxicas, sino también al caos urbano, a los problemas del transporte y a la contaminación visual y acústica”. En esta mi tierra las calles, peligrosas, descuidadas y congestionadas, se usan como escaparate para vehículos que como tortugas inútiles, cargadas de anuncios, deberían prohibirse, así como un sinfín de espectaculares que abruman la visión y distraen. No tiene desperdicio Laudato Si. Aquí ya se puede conseguir a 30 pesos en la Librería San Pablo, frente a la Rotonda.