El miniproceso electoral que acabamos de ver en el Estado vecino deja muchas lecciones para el sistema político del país, pero es preocupante que algunas de estas lecciones sean falsas.La más preocupante es la impresión de que la guerra sucia define el triunfo de un partido político. ¿Y a qué me refiero con guerra sucia? A la manipulación de la información, a la confusión entre lo privado y lo público, a la extorsión. Muy distinto es evidenciar al contrario. Eso se vale, ¿eh? Si el adversario actúa incorrectamente, si piensa equivocadamente, si ignora cosas, si no respeta la ley, se vale señalarlo. No sólo se vale, sino que es sano y sirve para el contraste.Pero manosear una conversación privada, vulgar, entre dos personas cursis y una de ellas muy ignorante, con contenido irrelevante para la vida pública, es guerra sucia. Manipular la conversación para que parezca otra cosa, es guerra sucia. Usar eso para denigrar al contrincante y dirigir el debate público hacia sus aficiones privadas —vulgares, pero lícitas— es guerra sucia.El PRI y el PAN de Colima se hundieron en el lodo que daba pena. ¿Cómo? ¿Creían que sólo el PRI lanzó dardos envenenados contra el PAN? Uy no, los panistas empezaron y aún tuvieron lodo para aventar en la jornada de votación. Estoy segura de que la guerra sucia no fue determinante en el triunfo de Ignacio Peralta. Es más, estoy convencida de que le hizo más daño que bien. Miren, Peralta había ganado desde la primera vez, con su partido y su gobernador en contra, frente a un panista altamente competitivo y en un contexto de priismo ya desgastado por la falta de alternancia. Era un buen triunfo, pero era vulnerable y el PAN, con la ley en la mano y la oportunidad enfrente, lo tiró abajo. Una buena jugada del panismo colimense, que además ganó mayoría en el Congreso local y tiene el mayor número de diputados en la bancada federal de Colima.El priismo respondió a la elección extraordinaria con toda la fuerza y astucia de la que son capaces sus integrantes, incluyendo sí, la guerra sucia, pero también la cargada militante, la operación política desde el altar nacional, los manotazos con el gobierno local y los recursos económicos. Con eso, y en un contexto mediático y electoral que tocaba lo nacional, ganó Ignacio Peralta.Ya se ha estudiado: la guerra sucia no hace votar a la gente. En todo caso, hace perder al equipo que se desestabiliza. Pero en un contexto de gobierno dividido, como es el caso de Colima, la guerra sucia hace perder a todos. El PAN, les recuerdo, tiene mayoría en el Congreso local y en la bancada federal, y el PRI que ahora gobernará es, más que nunca, su enemigo. Si Peralta no lo tiene claro y no actúa en consecuencia, las cosas no funcionarán en su gobierno.