Viernes, 19 de Abril 2024

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Pesadilla y solidaridad

Por: Diego Petersen

Pesadilla y solidaridad

Pesadilla y solidaridad

No hay peor pesadilla que la que se repite, porque desde que inicia ya sabemos el final. No habían pasado dos horas del simulacro que se realiza cada 19 de septiembre para que no se nos olvide el sismo de 1985 cuando la tierra volvió a temblar y cobrar decenas de vidas en el Centro del país.

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La tragedia se instaló de nuevo, principalmente en la Ciudad de México, pero el ADN solidario salió de lo más profundo. De inmediato se formaron brigadas espontáneas de rescatistas, se hicieron filas de personas para ayudar a remover los escombros como si estuvieran entrenados para ello. Nadie tuvo que decirles cómo, cuándo ni dónde ayudar, solos fueron encontrando su lugar en la cadena de solidaridad. Lo curioso, es decir lo mejor de todo, es que la mayoría de los que están en esas enormes filas de colaboración afuera de los 29 edificios colapsados en la capital no vivieron el terremoto de 1985; lo aprendieron por lo que vieron en las imágenes, por lo que les contaron sus padres, porque conocieron una épica que sin saberlo hicieron suya.

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Las autoridades también aprendieron, y mucho. La respuesta es hoy mucho más rápida, eficiente y ordenada. No hay manera de que en medio de un caos como lo es un terremoto todo funcione a la perfección. Por momentos nos desesperamos porque falta ayuda aquí o allá, porque se requieren paramédicos en un punto, y maquinaria pesada en otro, pero la respuesta fue no solo mejor que hace 32 años, sino mucho mejor que en países con más recursos. Eso también hay que contarlo y no porque lo diga el Presidente.

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Lo triste es que una vez más el centralismo volvió a aflorar. La tragedia es igual de grande en Morelos, Puebla, Estado de México y el Norte de Oaxaca, pero solo tenemos ojos para la capital. La reconstrucción en los pueblos del Sur tardará, tristemente, mucho más tiempo, prolongando la tragedia. De nosotros depende que no se olvide a los olvidados de siempre.

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El lado oscuro fueron los asaltos y la rapiña. El México violento que no es, como quieren vendernos las autoridades, solo un puñado de grupos criminales que se matan entre ellos, sino una subcultura, una forma de vida de un número cada día más grande de mexicanos, salió para poner la nota negra en medio de la tragedia. Aprovecharon los embotellamientos y el caos (ahora sí podemos hablar de caos) de la Ciudad de México para asaltar a los automovilistas, robar negocios y saquear supermercados.

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La pesadilla regresó 32 años después. Lo mejor de nosotros también.

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