Martes, 16 de Abril 2024

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Ejército, Estado y seguridad

Por: Diego Petersen

Ejército, Estado y seguridad

Ejército, Estado y seguridad

A Guillermo García Oropeza, el gran cronista de Guadalajara

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La pregunta es fundamental: ¿la presencia del Ejército en las calles del país aumentó o disminuyó la violencia? O si se prefiere, ¿el Ejército está en las calles porque aumentó la violencia o la violencia aumentó porque el Ejército está en las calles? Es el eterno dilema del huevo o la gallina, solo que esta vez la pregunta no es retórica, sino que en ella nos va, en buena medida, el futuro inmediato de nuestra seguridad.

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En medio de la discusión de la Ley de Seguridad Interna que busca darle a las fuerzas armadas atribuciones en materia de seguridad pública, el Instituto Belisario Domínguez del Senado de la República publicó en Temas Estratégicos, No 39, un análisis cuya conclusión, pelos más o menos es que el gobierno de Calderón se aceleró, por decir lo menos, en lanzar la famosa guerra al narco: “La información oficial disponible muestra que no existió crisis de seguridad, ni una “ola de violencia” (salvo en el Estado de Michoacán) que justificara el despliegue simultáneo de operativos con las fuerzas armadas…”.

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Darle facultades de seguridad pública a las fuerzas armadas tiene enormes riesgos en materia de Derechos Humanos y sobre todo en la forma de concebir la seguridad pública, pero sostener que la crisis de seguridad se desprende de la presencia de las fuerzas armadas en las calles es tan arriesgado o por lo menos tan poco sostenible como decir que sin la “Guerra al Narco” el país estaría peor.

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El número de bajas del Ejército, desde que comenzó la política de seguridad de la administración de Calderón y que ha continuado el Gobierno de Peña hasta agosto de 2016, es de 468; más o menos uno por semana. El número de presuntos criminales abatidos por las fuerzas armadas es de alrededor de 6 mil. Son muchísimos, pero en ambos casos son relativamente pocos comparados con los cien mil muertos y 30 mil desaparecidos en las batallas entre bandas del crimen organizado en los últimos diez años. Dicho de otra manera, si solo seis de cada cien muertes tienen que ver con los enfrentamientos de las fuerzas armadas con los grupos de crimen organizado, ¿no estamos discutiendo las aristas del problema para sacarle la vuelta a lo que es realmente importante?

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El problema real es la incapacidad del Estado, todo en su conjunto, desde los municipios hasta el Gobierno federal pasando por el Poder Judicial, para brindarnos seguridad. Las Fuerzas Armadas en la calle no es lo que genera la violencia (sí una gran parte de las violaciones a derechos humanos, pero ese es otro tema) pero tampoco es la solución. Darle atribuciones de seguridad pública al Ejército es normalizar una situación que no es deseable, pero sobre todo es rehuir la discusión de fondo: tenemos un Estados que es esencialmente ineficiente y corrupto. Mientras no agarremos ese toro por los cuernos la violencia y el crimen organizado seguirán imponiendo sus condiciones en el país.

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