Es raro, pero en internet no se halla una buena página de efemérides literarias en español. Misterios de ese mundo raro. La más aceptable sería http://www.bibliofiloenmascarado.com/efemerides/, aunque no es realmente buena: además de que las listas son muy limitadas, los breves textos que explican quién fue tal o cual escritor son de lo más pobres. Pero bueno: agosto trae algunos aniversarios redondos del nacimiento o la muerte de autores más o menos importantes: el 9 hará cincuenta años que murió el inexplicablemente exitoso Hermann Hesse, mientras que el 14 es el cuadragésimo aniversario luctuoso de un novelista mucho mejor pero mucho menos alabado, Jules Romains. Dos grandes nacieron en agosto hace 150 años: el 20, Maurice Maeterlinck y el 21, Emilio Salgari. Y aunque no se cumplan años en números redondos, también nacieron en agosto Álvaro Mutis (el 25, en 1923) y PD James (el 3, en 1920). Otro nativo del mes, que el día 24 cumpliría 113 años, es Jorge Luis Borges, de nuevo protagonista inocente de numerazo en tierras mexicanas, ahora gracias a una transa más de la inenarrable Elenita, quien halló la horma de su zapato en la feroz Kodama, líder moral de las viudas profesionales, y que, justicia poética, mandó al basurero un montón de lana de una editorial incompetente y venal y exhibió a un editor irresponsable. Regocijante episodio. Pero el que sí cumpliría cien años redondos y relucientes el día 10 es Jorge Amado, que ojalá los hubiera vivido, y más (se murió en 2001, también en agosto). Su obra es de lo más luminoso, alegre, inteligente y encantador en esa gran literatura que es la brasileña. En un país sin complejos y seguro de sus inmensos talentos, Amado nunca se sintió obligado a seguir las modas del siglo XX. Es un novelista directamente emparentado con los grandes del XIX que despliega enormes frescos llenos de figuras pintorescas, casi siempre simpáticas y entrañables. Amado es un anti-Proust con ojo proustiano: su pasión es meterse en las casas de la gente, pero –a diferencia de Proust– busca más a los pobres que a los ricos, tiene fe en ellos, cree en sus amores y sus amistades y admira su música, su humor, su ingenio, su colorido y su calor. Retrata con cariño hasta al más humilde de los figurantes y lo convierte en gran personaje. Doña Flor, Teresa Batista, Gabriela, Tieta, Los viejos marineros, La desaparición de la Santa... siguen dejándose leer tan bien como cuando se publicaron. Jorge Amado hace que el lector quiera ir de inmediato a conocer Brasil, a comer esos platos descritos con minucia y fruición y a meterse al carnaval de Salvador de Bahía. Metió con su puño y letra a su ciudad, gran protagonista de varias novelas, en la literatura universal. Admirado y elogiado por los más grandes, de Camus a Vargas Llosa, traducido a muchas lenguas y homenajeado cientos de veces, Jorge Amado debió haber sido el primer Nobel brasileño.