¿Cómo definir una salvación que, si se considera el estado actual del mundo, no parece haber tenido mucho éxito? ¿No es la historia de la salvación una historia malograda? Dos mil años de cristianismo para venir a desembocar en una sociedad enferma no es precisamente un éxito. ¿De qué nos libró entonces Jesucristo? ¿De la muerte? Si la gente sigue muriendo, ¡Y tan frecuentemente en forma atroz! ¿Del pecado? Si por todos partes sigue dominando insolentemente el egoísmo de los individuos y de las naciones; y los estragos de la injusticia, de la guerra, del orgullo, del odio o de la indiferencia que llenan las columnas de nuestros periódicos y las pantallas de nuestros televisores. Siempre el mal dominando con su poder el mundo; siempre el odio fermentado en el corazón de los hombres. Las grandes industrias acaparando la especulación, vertiendo sus desechos tóxicos a los mares. Qué mundo es éste que se dice haberse salvado y los hombres mueren a millares por inanición, mientras nuestros cubos de basura occidentales rebosan de nuestras glotonerías. Yo nací bajo una férrea educación religiosa, misma que hasta la fecha es parte intrínseca de mí “Ser”. Las peleas dentro de mí son constantes. Y aunque dicen que dudar es complemento de la fe, creo, que lo que más me “perjudicó” es la imagen que me inculcaron de un Dios con atributos humanos; justo, personal, infalible, todopoderoso y “creacionista absoluto de todo cuanto existe”. Y como Borges diría: “Darle atributos a Dios humano es como si un perro dijera, que Dios es eminentemente canino”. Y la salvación se ha explicado en términos de “redención” dándole un sentido de un “rescate” meramente comercia y mercantilista. No es ajeno a la imagen de Dios un cierto tipo de masoquismo: habiendo sido infinita la ofensa, el precio que ha de “pagarse” para pagarla ha de ser también infinito. De ahí la intervención de Cristo, Hijo de Dios, el único capaz de pagar tal “rescate” al precio de su propia vida. Es muy difícil en tan poco espacio desarrollar un tema tan controversial. Quiero que quede claro que yo sigo en la búsqueda de ese Dios que anhelo llevarlo dentro de mí, y que le podríamos llamar “Paz interior”. No se confundan; el no preguntarte sobre el Dios del catequismo y la realidad del mundo se le llama “fundamentalismo”. O sea, creo porque así me lo enseñaron y no me cuestiono nada.