Atmosféricas. La canícula rueda sobre el mundo como una temible maquinaria de fricción y fuegos que apenas una delgada capa de nubes logra atenuar. A millones de kilómetros un robot ensaya sus primeros recorridos sobre el suelo rojo de Marte. Manda imágenes de desolación y quieto delirio: cráteres y planicies donde busca la huella de la vida elusiva y frágil, perspectivas de un desierto que se despliega ante el pasmo de los ojos terrenos, miles y miles de tentativas que acompañaron la penosa ascensión del hombre y sus cosas para, ahora, hacer rodar un artefacto por los arenales yertos de un planeta remoto. Como decía André Breton: Il y aura une fois… ** Radio del verano. Su funda olía a cuero bien trabajado y el aparato fielmente crepitaba muy cerca del oído en medio de las tormentas de la estación violenta. La ciudad, lejos, emitía destellos sonoros que atravesaban la noche y se prendían de la breve antena. Juegos de futbol cuyas incidencias poblaban el aire; y gambeteando el balón los rayos del oriente conseguían sobrepasar la densa defensiva de las nubes oscuras. Canciones sin duda inolvidables de las que la memoria guarda unos cuantos compases cansinos. (Crimson and clover,/ over and over…) Músicas que apaciguaron el ánimo encrespado por las jornadas de batallas y enconados vértigos. Ya tarde, mientras la madrugada avanzaba, las estaciones menguaban una a una, como centinelas vencidos por la fatiga. El radio amanecía murmurando las alabanzas de la mañana y la laguna brillaba en la distancia: El día se levanta, es preciso intentar vivir. ** En el interior del I-pod vive un monito cibernético. Es muy trabajador. Atiende diligentemente sus funciones y cuando es requerido para programar las listas del azar (el random) se prodiga activamente para ir inventando qué canción sigue. Con sus mínimos audífonos de deejay revisa secuencias, consulta con sus propios gustos y elige incansablemente, entre ocho mil opciones, la próxima selección. Sin embargo, el monito de repente amanece de humor y se clava. Así, programa, interperrito, al maestro Bowie con una frecuencia que delata sus íntimos gustos. Y he aquí que el de los ojos bicolores acaba acaparando la mañana, y remata el día con Heroes –just for one day… ** Saint-Exupéry. El número doble correspondiente a los primeros cuatro meses de este año de Biblioteca de México, la estupenda revista que dirige Eduardo Lizalde, incorpora una amplia sección en donde se ocupa del legendario piloto-escritor. Hay una cita de Pierre Macaigne que describe el talante de Saint-Ex: “Sabemos que no conoció la paz. Sólo pensaba en distribuir lo esencial, no tanto entre los sedentarios, o los satisfechos, como entre los impacientes, los que arden, cualquiera sea el fuego que los inflame.” Desde el desierto, el aviador se acuerda de su casa: “Bastaba con que ella existiera para que mi noche se llenara con su presencia. Ya no era entonces aquel cuerpo hundido en la grava; me orientaba, era el niño de esa casa, lleno del recuerdo de sus olores, lleno del frescor de sus vestíbulos, lleno de las voces que la habían animado; y hasta el canto de las ranas en las charcas venía a mi encuentro. No, ya no me desplazaba entre la arena y las estrellas, ya no recibía un helado mensaje del desierto, y aquel gusto de eternidad, que me había parecido obtener de él, descubría por fin su origen: volvía a ver mi casa.” “¡Ah! Lo maravilloso de una casa no es que nos albergue o nos abrigue, ni que se posean sus muros, sino el que, lentamente, haya depositado en nosotros sus provisiones de ternura; que ella forme, en el fondo del corazón, ese macizo oscuro del cual nacen los sueños como el agua de una fuente.” ** Chinatown revisitada. En este clásico de Roman Polanski la atmósfera, negra y opresiva, es la principal protagonista. Jack Nicholson hace una de las interpretaciones de su vida al lado de la nunca más enigmática Faye Dunaway. Como retrato de Los Ángeles del primer tercio del siglo XX también la película es más que notable. La aparición del propio Polanski en un breve papel de matón diminuto y sádico subraya el lado definitivamente kinky de sus planteamientos. Chinatown como síntesis y símbolo de todo lo otro. Una gozada, después de décadas, el redescubrimiento. ** El monito el I-pod, tan activo él, programó hace unos días una canción de la que este espectador no conoce sino una versión en vivo: se trata de Blessed, de Simon y Garfunkel. Acompañada de la acostumbrada excelencia melódica del dueto, la letra es notable. Va un ensayo de traducción: Benditos son los débiles porque habrán de heredar. Bendito el cordero cuya sangre mana. Benditos los sobajados, los escupidos, los postergados, Oh, Señor, ¿porqué me has abandonado? No tengo lugar al que ir, He vagado por el Soho esta última noche, Pero ahora ya no importa, no. Benditos son la tierra y el reino. Bendito es el hombre cuya alma pertenece. Benditos los bebedores, los vendedores de mota, los traficantes de ilusión. Oh Señor, ¿Porqué me has abandonado? Mis palabras se desvanecen, como una herida Que no tengo intención de curar. Benditos son los vitrales, los paños de vidrio. Bendita es la iglesia y sus rituales me enervan. Benditos son los centaveros, las putas baratas, los buscadores de ondas. Oh Señor, ¿Por qué me has abandonado? He cuidado mi jardín por demasiado tiempo.