Por Xavier Toscano G. de Quevedo Este año del 2012 está dedicado a los Juegos Olímpicos, que con acierto nos obliga a llamarlos, la máxima justa universal, porque es el evento que sin ninguna duda, convoca y reúne el mayor número de personas, participantes y espectadores de diferentes naciones, razas, credos y pensamientos políticos en nuestro planeta, con el único fin de competir en incomparables y extraordinarias disciplinas deportivas, probablemente algunas más vistosas y atractivas, pero no por ello estarán otras menos asombrosas y todas diseñadas para que los atletas alcancen el reconocimiento a su esfuerzo y logren finalmente, los elegidos por los dioses del Olimpo, conseguir la anhelada medalla olímpica. Cada cuatro años se lleva a cabo esta incomparable justa atlética, acaparando y monopolizando en su entorno la atención de todos nosotros, a la vez que involucra en ella a gobiernos, hombres de negocios, medios de comunicación, empresas patrocinadoras y muchas otras instancias. Significativo número de eventos alrededor del mundo, se paralizan o por lo menos disminuyen en cantidad durante el tiempo en que las competiciones olímpicas se realizan y como lógica consecuencia también en la fiesta brava se nota marcadamente esta reducción, pero no sólo en nuestro país, sino también en España, donde incluso se ha recortado el tiempo y los espacios de programas televisivos taurinos, que retomarán el camino ha la terminación de este magno evento. Y mientras en Londres viven y disfrutan con júbilo y alegría de sus XXX Juegos Olímpicos de la era moderna, aquí en nuestro país los pocos festejos taurinos que se programan, son motivo y causa de fastidio y contrariedad entre los aficionados y como mejor ejemplo señalar, lo que ha venido sucediendo en cada tarde de las novilladas en la Capital, en la que los jóvenes aspirantes a toreros no muestran capacidad, ni aptitudes y menos una actitud que manifiesten en ellos la más mínima voluntad o deseos de querer ser alguien en este enmarañado y difícil mundo del toro. Si le aumentamos a este complejo problema, la actitud inadmisible de la empresa capitalina que vive obcecada en presentar tarde a tarde animales vergonzosos e indignos, que de ningún modo, jamás ayudarán al aprendizaje de los novilleros, al mismo tiempo de agraviar e impacientar a los escasísimos aficionados que benévolamente asisten, pero lo más dramático y catastrófico, es el ver como la empresa con su nefasta y adversa actitud esta arruinando, mancillando y destruyendo la autentica fiesta brava. Y si le añadimos a problema anterior que en algunos de los festejos que se ha programado en el interior del país, se han dado discrepancias absurdas e inadmisibles – pero muy frecuentes - entre los que actúan en los ruedos, que están acostumbrados a manipular y usar a las endebles y sumisas autoridades, como fue la situación que se vivió en una plaza del norte de nuestra patria, ante la negativa de un torero que argumentando su hipotética jerarquía, se negó a que se efectuara el reglamentario sorteo de las reses. ¿Acción común en nuestra fiesta? Si, así es. Esta infausta y prepotente actitud, que es ilícita y antirreglamentaria, parece ser una constante de los que imaginariamente se siente y autonombran figuras atribuyéndose y permitiéndose presumibles derechos – inexistentes -sobre sus demás alternantes, asiendo caso omiso e ignorando soberbiamente y prepotentemente a las autoridades y los reglamentos. En cualquier actividad que desarrollamos las personas y la sociedad siempre han existido leyes, ordenanzas y estatutos que nos regulan. La justa olímpica que hoy estamos viviendo esta gobernada en cada una de sus disciplinas por reglas que especifican claramente el desempeño y sus características, asimismo como también el castigo a que se hacen merecedores aquellos que cometa infracciones. En el espectáculo taurino por supuesto que existen reglamentos y estatutos, además que la tradición taurina marca claramente el orden y la forma en la cual deberá llevarse a cabo este espectáculo y esto es desde sus orígenes, ha través de los siglos y en todos los países en los que se da la fiesta. Aquí en nuestro México encontramos en todos los reglamentos y disposiciones existentes, un apartado que enfatiza claramente el precepto de sortear las reses que habrán de lidiarse en una corrida: -“los toros destinados a corridas o novilladas se sortearán entre los matadores por estricto orden de antigüedad, no pudiendo en consecuencia algún diestro escoger las reses que sean de su agrado”-. ¿Alguna duda? Pero mientras aquí en la fiesta brava continúen actuando cínica y desvergonzadamente los protagonistas del espectáculo – siempre apoyados e incitados por sus séquitos de parásitos vividores - desafiando y retando a toda autoridad, seguirá en vertiginoso y desenfrenado retroceso este bello espectáculo que sólo existe y protagoniza su Majestad, El Toro Bravo. En nuestro país, los pocos festejos taurinos que se programan son motivo y causa de fastidio y contrariedad entre los aficionados, como ejemplo lo que ha venido sucediendo en la Capital