Viernes, 17 de Enero 2025

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Daw Aung San Suu Kyi

Por: El Informador

Por María del Carmen Alanis

“En las sociedades en que los hombres están seguros de su propia valía, las mujeres no son sólo toleradas, sino valoradas”: Aung San Suu Kyi

Respetada señora, he tenido interés en escribirle desde abril pasado. Soy una de las millones de personas que desde que la Liga Nacional para la Democracia triunfó en las elecciones de Birmania (Myanmar) ha festejado su arribo democrático al poder político institucionalizado.

Usted es una de esas mujeres cuyo liderazgo inspira. Quizá por ello muchos habíamos soñado con el momento en que su voz fuera por fin escuchada en el Parlamento. Yo la había imaginado desafiando las nociones que consideran que el progreso económico puede justificar violaciones a la dignidad humana. La había vislumbrado argumentando cómo el concepto de minorías debe ser revisado, para pasar de una cuestión de números a un asunto sobre la capacidad que tienen los grupos —grandes o chicos— para influir en los temas de interés común (Empowerment for a Culture of Peace and Development).

Pero no importa qué tan grandes fueran estos deseos, a lo largo de casi 25 años de su lucha nunca perdí la esperanza, aunque —debo reconocer— en ocasiones sentí que se esfumaba.

Era desalentador ver cómo el gobierno militar birmano duró muchos años más que otras dictaduras de su tiempo. La oleada democratizadora de fines del siglo 20 no logró permear por igual en todas las regiones del mundo. En 1990 ya eran menos los regímenes que desconocían por completo el valor del sufragio. Por eso causó indignación que en aquel año se ignorara la victoria de su partido y a usted se le confinara a arresto domiciliario por el sólo hecho de pensar para Birmania un futuro de libertad.

Pero el punto de inflexión más importante fue el momento en que se le otorgó el Nobel de la Paz. En 1991 muchos pensábamos que ese reconocimiento propiciaría que el mundo volteara la mirada con mayor decisión a su país. La solidaridad, sin embargo, por años dejó mucho que desear.

“Usen su libertad para promover la nuestra”, fue el llamado que después de años de prisión domiciliaria nos hizo usted y que cobró cristalización plena hasta 2007, con la declaración que hizo el Consejo de Seguridad de la ONU, criticando la represión militar birmana.

Dos décadas después de su puesta en cautiverio, organizaciones y gobiernos del mundo se sensibilizaron frente al problema y generaron las condiciones para el inicio de la transición birmana hacia un gobierno civil y para que usted recobrara su libertad definitiva. Es en este punto donde su vida genera una paradoja fascinante: desde el cautiverio produjo uno de los más agudos pensamientos sobre la libertad (Freedom from fear). Para usted, no es el poder el que corrompe a las sociedades, sino el miedo. De ahí su crítica al armamentismo mundial y su llamado a acercar la política a la ética. La dignidad es un terreno fértil para la libertad. Ahí donde había violaciones a los derechos humanos, privaciones ilegales y torturas, su mensaje de paz generó el impulso necesario para mantener la búsqueda por la convivencia armónica.

Acabo de ver en México una película (Amor, honor y libertad) que retrata su dilema: decidir entre mantener la lucha por la democratización birmana o reunirse con su familia en Oxford, ante la gravedad de la enfermedad que terminó por quitar la vida a su esposo. La decisión que usted tomó sólo se explica por la firmeza de su convicción libertaria y por la asunción total del rol histórico que le correspondió jugar.

Estoy cierta de que Michael Aris, su compañero de vida, donde quiera que esté, se encontrará orgulloso de saber que su partido obtuvo 43 de los 46 escaños en disputa y que la separación de ustedes consiguió el objetivo de recobrar la esperanza de Birmania. A sus 67 años de edad, Aung San Suu Kyi, no puedo imaginar a alguien que represente mejor que usted las todavía jóvenes esperanzas del pueblo birmano.

alanisfigueroam@te.gob.mx

Magistrada del TEPJF

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