Si te emocionaste con Avatar, la célebre película de James Cameron, y te sentiste por un momento un niño horrorizado viendo cómo los malos destrozaban aquel paraíso frondoso e inocente; o incluso si pensaste que Avatar estaba lleno de trucos sentimentaloides y era pura mentira (a mí la película me gustó), debo decirte que lo que ahí se cuenta está sucediendo de verdad; es más, el filme se queda corto, porque lo real siempre es más grande, más grave, más desolador e irremediable. Estoy hablando de los awás, un pueblo nómada cazador y recolector de la selva brasileña. Cerca de su territorio ancestral se encuentra la mina de Carajás, con siete mil millones de toneladas de mineral de hierro; de hecho, es la mina de hierro más grande del mundo. Está unida con el Atlántico por inacabables trenes de más de dos kilómetros de largo que recorren día y noche los 900 kilómetros de distancia con el océano. En la construcción de esa vía férrea, que atraviesa en parte las tierras indígenas, fueron sedentarizados numerosos awás. Resultó desastroso: muchos murieron de enfermedades como la gripe y la malaria. Entonces se creó un territorio legalmente protegido, un pedazo de selva para que los awás pudieran seguir con su vida nómada tradicional. Pero el lugar está en los confines del mundo, es una jungla remota a la que apenas llega la protección de la ley. Por desgracia, lo que sí llega hasta allí, gracias al ferrocarril, es la mala gente. Los ganaderos y sobre todo los madereros ilegales han ido quemando y talando el hábitat de este pueblo nómada. Apenas quedan 450 awás, pero en su territorio hay ahora mismo por lo menos cuatro mil 500 invasores. Y los largos arcos de caza de los indígenas pueden muy poco frente a las armas de fuego de los ilegales. Son la tribu más amenazada del planeta, como dice la ONG Survival International, que ha apadrinado el desesperado caso de los awás para intentar frenar su inminente extinción. Para ello, Survival lanzó hace un par de meses una campaña con el actor Colin Firth: “Hay un hombre que puede parar lo que está ocurriendo: el ministro de Justicia de Brasil. Pero ahora esta no es su prioridad. Tenemos que conseguir que lo sea”, decía Firth. En estas semanas han conseguido unas 30 mil firmas, que, dicho sea de paso, me parece muy poco cuando se trata de un caso tan sangrante y urgente como este. No obstante, el apoyo internacional parece haber impresionado a los políticos y la FUNAI (Departamento de Asuntos Indígenas del Gobierno de Brasil) ha declarado que los awás son prioritarios. ¿Pero reaccionará con suficiente agilidad la burocracia, mandarán protección al territorio, llegarán a tiempo para evitar esa muerte anunciada de todo un pueblo, de su cultura, su memoria, su pasado, sus ancestros, su visión de la vida, su pensamiento? Hace un par de semanas que ha terminado la estación de lluvias y los madereros han regresado a la selva. Cada hora que se pierde puede ser fatal. De hecho, la devastación de los invasores parece haber alcanzado un punto crítico: ya se ha talado el 30% de una reserva awá, pese a ser un territorio que está protegido legalmente. Sobre la selva ondean todos los días siniestros penachos de humo negro. El próximo 9 de agosto es el Día Internacional de los Pueblos Indígenas: sería una tragedia que lo celebráramos permitiendo el exterminio de todo un pueblo. Survival ha creado una inteligente y preciosa página sobre los awás. En vez de presentar un relato más o menos reivindicativo, como yo misma he hecho en este artículo, lo que hacen es mostrar cómo es esa gente. Nos cuentan su íntima, armónica relación con el entorno vegetal y animal; por ejemplo, cómo conviven con montones de mascotas de todo tipo a las que las madres amamantan como a sus propios hijos y que después pasan a formar parte de la familia; pero también cómo cazan los awás, cómo viven, cómo se llaman, cuál es su realidad. Es una colectividad muy antigua, y el hecho de que pertenezcan a un periodo preindustrial no quiere decir que sean mentalmente simples. Los awás poseen un complejo universo cultural y simbólico; son una riqueza de la biodiversidad humana que no podemos permitirnos perder. Entra en www.survival.es/awa; además de ver los hermosos vídeos preparados por Survival, podrás firmar la carta para movilizar a las autoridades de Brasil. A ver si conseguimos ser muchos más que 30 mil.