Uno de los mejores consejos que he recibido fue el que me lo dio el maestro José Luis Ibáñez cuando estuve como invitado en la Cátedra Cervantes y Shakespeare y viceversa en la UNAM y me dijo: “¡No compares, Martín, contrasta!” Desde entonces, incluyo todo lo que hay en este mundo en ese espacio cartesiano imaginario en donde conviven obras, gentes, animales y cosas sin necesidad de contraponerlos, con lo que me he permitido disfrutar de la variedad, como la que hay en este mundo. Cuando “contrasto” las vidas de Shakespeare y Cervantes dos hombres que vivieron y trabajaron en esa “dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron de nombre dorados…” (El Quijote I, 11), los veo a cada uno recorriendo su línea del tiempo, con destinos que son parte de la diversidad de las culturas que cohabitaron en el tiempo, fabricando obras en diferentes géneros, idiomas y estructuras con las que lograron ampliar la paleta de colores con las que vemos los paisajes literarios, en lugar de verla en blanco y negro, si anteponemos la una con la otra, desechando, al hacerlo, tantas cosas que no hay por qué comparar, sino mucho mejor contrastarlas.Cuando recordamos a Cervantes y a Shakespeare estamos hablando de dos hombres cuyas obras han trascendido por más de 400 años, cada uno en su ámbito y contexto sin hacer lo que hizo Plutarco con sus Vidas paralelas, comparando la vida de algunos héroes griegos de la antigüedad, con posibles equivalentes romanos.Cervantes fue bautizado en la parroquia de Santa María la Mayor en Alcalá de Henares el 9 de octubre de 1547, más o menos a los 10 días de haber nacido. Shakespeare nació 17 años después, el 26 de abril de 1564 en Stratford-upon-Avon en una Inglaterra en donde había sido coronada hacía unos años la reina Isabel I, la Reina Virgen, la hija de Enrique V y Ana Bolena a la que le mandaron cortar la cabeza en 1536.Joven Miguel de Cervantes, le levantaron una orden de aprehensión en su contra por haber herido en la Corte a Antonio Sigura, cortesano de Felipe II en 1569 mientras que, en esos años, William iba a la primaria de su pueblo hecho todo “un llorón, cargando su mochila con su cara reluciente por la mañana, arrastrándose como caracol, sin ganas de ir a la escuela”.Cervantes fue soldado y peleó en varias batallas, entre otras, la de Lepanto en 1572 contra el imperio otomano en donde perdió la movilidad de la mano izquierda de un arcabuzazo, poco antes de ser capturado y bajo el cuidado del corsario Dali Mamí, quien lo mantuvo cautivo cinco años en Argel. En 1588, la Armada Invencible de Felipe II se hundía en el Mar del Norte.En 1589, a los 25 años, Shakespeare estrenó su primera obra: Enrique VI, Primera Parte y, a partir de ese año, se dedicó a escribir otras 36 obras de teatro que todavía perduran. Los dos murieron en abril de 1616: William terminó su vida a los 52 años de edad rico, famoso y socio de El Globo. Cervantes a los 69 viviendo en la miseria, después de haber padecido desdichas de toda suerte, tanto en la guerra, como en el cautiverio y en su casa, «recibiendo humillaciones y burlas en el cruel ambiente literario», como lo describe Martín de Riquer.Desde hace 400 años los dos descansan en paz en el Parnaso y nosotros, agradecidos, disfrutamos de las obras de estos dos gigantes.